Capítulo VIII

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Ojos rojos.
Mirada brillante.

Sonrisa ladeada mientras ríe.
Pelo revuelto.

Miradas enlazadas entre nosotros.
Ríe mientras con su chulesca actitud.

Pensando en el principio de nuestra historia,
sólo para recordar que en el inédito rincón
de su pecho, yacen sus latidos.

Tanto como lo que hace que el mío lata con demasiado desenfreno,
también se halla
el infierno que aguarda en su corazón.

Un infierno del cual él ría por poseer, y ser indomable.
Aunque lo que nunca supo,
es que me deslicé entre sus carnes,
y nunca salí de ahí.

Mil besos sin dar que recorren en el viento
que ondea nuestros cabellos y en el humo de nuestros cigarros.
Suave lluvia sonando rítmicamente a la par de nuestras carcajadas.
Bromas que llenan el ambiente del coche y matan el tiempo.

Tiempo que a su lado pasa tan rápido que ansío
que el día tenga más de veinticuatro horas
para ver el amanecer posando en sus ojos
y el brillo en su tierna cara.

Cara que desentona con su actitud.
Actitud adictiva,
como la droga en sus labios,
labios que llaman desesperados
mi boca.

Mi boca enlazada a ti, besando cada parte de tu cuerpo.
Cuerpo hechizante que atraen mis caricias.
Caricias que acaban en enseñarle las estrellas.

Estrellas que relucen en lo alto de mi cama.

-Mery Garcie.

Lágrimas agotadas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora