2. Cuando las ovejas lloran.

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Respiré hondo un par de veces para evitar que mi voz se quebrara y ser los suficientemente fuerte para afrontar el problema.

-Hari- hablé con serenidad, no quise alterarla más aunque ella ya se había calmado bastante- solo tranquilicémonos y hablemos ¿sí?- solicité.

Negó con la cabeza varias veces, siempre mirando al piso.

Nos quedamos callados por un momento, sabíamos que ella necesitaba unos minutos.

Todos estábamos de pie.

Entonces mi tía se acercó a Hari, con delicadeza hizo que se sentara en el sillón y se apartó para darme espacio.

Mi Hari agarró un mechón de su corto cabello empezando a enredarlo entre sus dedos índices y pulgares de ambas manos. Signo evidente de que la estaba pasando mal.

Su expresión era neutra y seguía manteniendo su mirada en el piso.

Yo no me rendiría fácilmente, tenía que aclararle las cosas y que entienda que contaba conmigo.

Decirle que yo estaba de su lado.

Aproveché el espacio que me cedió mi tía, me acerqué y acuclillé frente a ella. Tomé sus manos con suavidad y busqué sus ojos con los míos.

-Hari, mírame- volví a rogar. Mi tono de voz seguía siendo suave.

Esperé unos segundos, con ella tenía una fuente inagotable de paciencia.

Me miró, sus ojitos estaban hinchados al igual que los míos. Todo esto me mataba pero sabía que ella se estaba llevando la peor parte.

-¿recuerdas lo que hablamos hace un momento por teléfono?

Afirmó con su cabeza.

-Bien, todo lo que dije era verdad- debía convencerla- Amor, hicimos una promesa- al escuchar eso ella presionó mis manos con fuerza, supe que eso no era nada bueno.

-Amor, hicimos una promesa- me desvío nuevamente la mirada y repitió mi frase en susurró.

-¡Dios, esto va de mal en peor!- fue lo que pensé.

Luego ella sacudió su cabeza como obligándose a no perder la concentración de nuestra conversación.

-No voy a poder cumplir esa promesa- contestó bajito.

La angustia me invadía sin embargo yo tenía que proyectar calma.

Sabía que esto no sería fácil y que probablemente perdería esta batalla pero debía insistir. Mis tíos solo estaban expectantes.

Sin soltar sus manos, tomé su mentón con cuidado e hice que su cabeza girara nuevamente hacia mí. Debía hacer que me mantuviera la mirada.

-Hari, mírame- pedí nuevamente, esperé y lo hizo -Amor, lamento todo esto. Nunca lo...- mi voz se quebró, inhalé, exhalé y continué hablando lo más rápido para que Hari no bajara su mirada- nunca lo sospeché.

-No quiero estar contigo, Jungkook- dijo con pena, sus ojitos amenazaban con llorar y el agarre de sus manos seguía siendo fuerte.

-Amor, amor- me desesperé aún así aparentaba algo de calma- estoy de tu lado, siempre lo estaré. Tus papás y yo haremos todo lo posible para que se haga justicia.

Soltó mis manos de golpe, agarró el mechonsito de su cabello y se levantó de manera súbita, reacción que ocasionó que me fuese hacia atrás perdiendo el equilibrio, cayendo sentado en el suelo.

Eso me asustó, las cosas podrían salirse de control y lo que menos quería es que Hari sufriera.

Su papá se posicionó en dirección a la puerta por si ella tuviese la idea de salir corriendo como ya antes lo había hecho.

Hari: Cuando las ovejas lloran (JungKook, Jimin Y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora