4. Soledad

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Una semana. Enid estaba contando los días.

Ya había pasado una semana desde que Merlina la había echado de su apartamento. Ella había dicho que la buscaría cuando tuviese hambre, pero había mentido. Enid siguió con su rutina, yendo del hospital hasta su pequeño apartamento y viceversa, prolongando las caminatas por la calle y esperando a la inmortal, que nunca más apareció.

La chica sentía que su corazón se encogía toda la noche cuando se acostaba en su cama, sola. Aunque intentase concentrar sus pensamientos en los acontecimientos del día, Merlina siempre aparecía como una imagen fija en su mente. Sonriendo con malicia, preguntándole si se sentía sola, si le gustaría sentir sus roces, sus besos...

Enid estaba, definitivamente, volviéndose loca.

El apartamento de Merlina quedaba en un barrio lejano al suyo y Enid sufría mientras esperaba su día libre para poder ir a buscarla. ¿Y si le había pasado algo malo y por eso había desaparecido? ¿Y si la policía la había encontrado y ahora estaba presa?

Aunque si hubieran capturado a una sospechosa de vampirismo, los medios de comunicación ya se habrían vuelto locos... Sólo hablaban de eso últimamente.

Merlina, según los periódicos, había sido más cruel en sus últimos ataques. Además, la «Vampira de Jérico»> había comenzado a ganarse imitadores, que copiaban a la asesina original, matando a sus víctimas en medio de la noche de la misma forma que la inmortal. La ciudadanía tenía miedo.

-¿Enid? -llamó un compañero de trabajo en voz alta, y la enfermera en prácticas casi se cae de la silla en la que estaba.

-¿Sí? -preguntó, esbozando una sonrisa forzada, mientras se recolocaba en la silla de la cafetería del hospital.

Hacía días que ese compañero había empezado a trabajar en el hospital y, a diferencia de los demás, hablaba con Enid sin problema. La compañía era bien recibida la mayor parte del tiempo, pero, en aquel momento, la chica de piel lechosa deseaba estar solo para poder pensar mejor.

Su nuevo compañero de trabajo era demasiado escandaloso.

- En serio, ¿qué te ha pasado en el cuello? Llevas eso ahí enrollado desde que empecé a trabajar aquí -el compañero alzó el brazo para darle un golpecito con el dedo en el codo, pero ella lo apartó ligeramente.

No quería que nadie más, aparte de Merlina, la tocase.

- Me picó un mosquito- mintió Enid, y escuchó al otro riéndose en voz alta, llamándole mentirosa-. No, lo digo en serio... De...deja de reírte -las carcajadas de su compañero estaban empezando a llamar la atención de quienes los rodeaban, y el enfermero jefe se acercó a hablar con ellos.

- Ustedes... -llamó con voz autoritaria-. ¿Hace cuántas horas que están aquí en el hospital?

- Cuatro -el compañero de Enid había dejado de reír y miraba seriamente al jefe.

- Casi seis -dijo Enid, centrando la mirada en la taza de café que tenía delante.

-¡Mentirosa! -gritó su compañero, apuntando con el dedo de forma acusadora a la menor -. ¡Hace por los menos diez horas que estás aquí dentro! Puede preguntarle a quien quiera, jefe, ¡Enid prácticamente vive aquí, en el hospital!

Enid levantó el puño y le dio un ligero golpe a su compañero por delatarla; su jefe suspiró pesadamente poco después. ¿Qué iba a hacer con aquella chica?

- Enid Sinclair, ¿no te he dicho ya que como enfermera en prácticas sólo puedes pasar en el hospital ocho horas como máximo al día?

Enid tragó en seco.

Wishes [Wenclair Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora