5. Eterna

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La primera vez que Enid abrió los ojos, con dificultad, lo único que vio fue una luz blanca muy intensa, antes de perder el conocimiento de nuevo.

La segunda vez, vio unas caras desconocidas y luego todo se hizo oscuridad.

Cuando los abrió por tercera vez, vio a Merlina frente a ella. Ambas estaban en un claro que la joven enfermera jamás había visto. La hierba le hacía cosquillas en las plantas de los pies y el viento acariciaba suavemente su rostro, mientras permanecía de pie, frente a ella. La pelinegra le sonrió y le tendió la mano, y entonces Enid recordó todo lo que había sucedido. Desde que había conocido a Merlina aquella madrugada tras haber perdido el tren hasta el momento en el que la condenada se había desmayado en sus brazos... Incluso el momento en el que la propia Enid cerró sus ojos y cayó al suelo, cuando todo era oscuridad y frío.

La mano de Merlina seguía tendida en el aire, y Enid comenzó a llorar antes de correr hacia ella para abrazarla. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué estaban allí?

-¿Merlina?-murmuró contra el cuello de la otra-. ¿Qué estamos haciendo aquí?

Un silencio sepulcral se cernió sobre ellas durante unos segundos, mientras el viento se hacía más fuerte y provocaba que sus cabellos les golpearan en la cara violentamente. El abrazo entre ambas era fuerte y Enid cerró los ojos al sentirla presionando sus labios contra su pelo.

- Vine a despedirme -murmuró Merlina en casi un susurro, tan inaudible que ella apenas fue testigo de sus palabras.

Enid abrió los ojos de sopetón al sentir un vacío entre sus brazos.

Merlina había desaparecido.

El viento dejó de soplar de repente mientras las tinieblas, procedentes de algún lugar, comenzaban a rodear las piernas de la muchacha, como si pretendiesen envolverla en la oscuridad. Enid miró a su alrededor, buscando a Merlina, pero no la halló. Todo, poco a poco, volvió a convertirse en oscuridad.

Estaba sola.

Enid palpó el aire a tientas mientras abría los ojos y se sentaba sobre la superficie blanda en la que estaba acostada. Tuvo que parpadear varias veces, pues la luz lo cegaba, y las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas. El blanco que tenía a su alrededor fue tomando forma y comenzó a transformarse, poco a poco, en tonos crema y beige, y distinguió finalmente la forma de una habitación.

Se sentía extremadamente débil y cansada, hasta el punto de pensar que si cerrara los ojos de nuevo, se quedaría dormida. Cuando Enid se frotó los ojos con los nudillos, finalmente se dio cuenta de dónde se encontraba: en una de las habitaciones del hospital en la que trabajaba. ¿Era un paciente?

Eso quería decir que no estaba muerta.

Al echar un vistazo a sus brazos, vio que tenía una aguja clavada en el dorso de la mano que le inyectaba suero en la vena. También vio que tenía una venda en la muñeca, en el mismo sitio en el que se había hecho el corte profundo con el cuchillo para tratar de salvar a Merlina.

Merlina...

¿Dónde estaba? ¿Qué le había sucedido?

- Hiciste un buen estrago contigo, muchacha... - Enid oyó una voz familiar y se giró hacia donde procedía, para ver a su jefe, que la observaba.

-¿Jefe...?-Enid forzó la vista para ver si de verdad no estaba alucinando.

-¿En qué estabas pensando cuando intentaste acabar con tu vida, Enid? -preguntó el hombre mayor, acercándose a la cama-. Tienes mucha suerte de seguir viva.

Suerte... ¿de seguir vivo?

-¿Dónde está Merlina? -preguntó, afligida, buscando a la condenada por la habitación con la mirada; quizá estaba acostanda en una cama contigua a la suya...

Wishes [Wenclair Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora