Capítulo 1

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Usualmente me levanto muy temprano para ir a la escuela, pero hoy realmente no quería ir. No tenía ganas de estudiar, y aunque mi amiga se enojase conmigo, sabía que luego me disculparía. Y es que me sentía tan a gusto descansando en mi cama, tan cómoda y acogedora, que habría sido capaz de quedarme durmiendo ahí todo el día. Sí, así de perezosa suelo ser yo. Lamentablemente, eso sólo quedó como una de mis otras ideas para hacer durante el día, porque luego comenzó a crujir mi estómago. Miré la hora. Ya eran las 11 de la mañana, y debería de estar desayunando. No me quedaba otra opción, con esa inmensa hambre no valía la pena seguir durmiendo si de todos modos no iba a disfrutarlo con el sonido de mi estómago interrumpiendo a cada momento, así que con los ojos apenas abiertos, me levanté en busca de mi ropa y zapatos. 

Cuando ya estaba casi lista para ponerme los zapatos, algo extraño apareció en uno de ellos, y por lo visto, no era ninguna piedrecilla. Parecía ser algo de un raro color negro, y cuando iba a averiguar de qué se trataba este algo, comenzó a moverse. Quise descartar aquella posibilidad de que fuese una condenada araña negra, pero no pude...

Ésta se había quedado quieta por unos segundos, por lo que se me ocurrió aprovechar el momento para sacarla. Estaba decidida a hacerlo y de una vez perderle el miedo a este arácnido, hasta que comenzó a caminar, y no pude contener las ganas de gritar. Y mi valentía pues... ¿se podía llamar realmente valentía? Ésta se fue por el basurero apenas volvió a caminar esa cosa. Lancé mi zapato lejos contra la pared, y comencé a gritar con todas mis ganas.

- ¡O-Onii-tan!

Desesperado y corriendo a toda velocidad en dirección a mi cuarto, mi hermano abrió la puerta de un sólo golpe. Él es tan histérico cuando se trata de mí, que apenas un grito mío hace que venga a donde estoy sin demorar un segundo más, sin importar lo ridículo que sea el motivo de mi llamado de auxilio, y conociéndolo creo es capaz de llegar en menos de un segundo si algo me pasa.

-¿¡Q-Qué sucede Ai-chan!?

- ¡M-Mátalaaaa! -dije totalmente exaltada.

- ¿Qué cosa? -preguntó Usui preocupado.

- ¡L-La araña negra!

- ¿Qué dices?... -preguntó casi riendo luego de dar un gran suspiro- ¡Por Dios Ai-chan! Es sólo una arañita indefensa...

- ¡Sólo mátala! -dije gritando, mientras observaba como aquella cosa espeluznante a mis ojos se movía acercándose más, y más.

Mi hermano sólo suspiró una vez más, y con su tranquila expresión en el rostro de siempre, se dirigió hacia la ventana y cortó una ramita de un árbol asomado en ésta, tomó la araña y la dejó fuera del cuarto.

- ¿P-Por qué no la mataste? ¡Puede entrar otra vez!

- Ella no tiene culpa de nada. Merece seguir viviendo, y no seas miedosa. No volverá a entrar.

- Uhg... -refunfuñé enojada- ¡Eres un idiota!

- Y tú tan linda hermanita - dijo burlón apretando mis mejillas y luego de eso se marchó hacia la cocina.

Mientras mi hermano preparaba el desayuno, yo fui a bañarme. Sí, lo sé... ¿no se supone que eso debería de haberlo hecho antes de vestirme? Tengo la mala costumbre de hacer eso de vez en cuando primero (sobre todo cuando me encuentro medio dormida aún), y Usui cree que lo hago de sucia, pero no. Simplemente es algo que debo hacer, y sé que suena raro, pero necesito sentir la ropa antes de ir a bañarme y luego ponérmela, debo tener la seguridad de que ésta me tendrá cómoda durante el día. Ya ni modo, nadie entendería si le hago esta explicación, dirían que soy rara. ¡Pero no es así! Nada más soy un tanto especial, y tengo costumbres muy extrañas.

Amo a mi oniitan (Usui Takumi) TEMPORALMENTE EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora