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Juliana Cisneros

Todos rompemos nuestras propias reglas por alguien.

En mi caso, muy desgraciadamente las rompí por mi jefe.

No es lo que están pensando.

Una de las reglas que me prometí jamás romper es que nunca paso Navidad sin mi familia, no importa en qué parte del mundo estemos siempre la pasamos juntos. Los cumpleaños y demás fechas nos parecen chéveres pero la Navidad es nuestro mes especial.

Y este año será la primera vez que lo pase sola gracias a mi homólogo colombiano que se quemó las dos manos en un experimento y la maravillosa idea de mi jefe (al cual podría decirle que no, pero ser la chef de cuisine del hotel Hilton es un trabajo que justo ahora no puedo darme el lujo de rechazar si quiero hacerme un nombre en el mundo de la cocina).

Por si fuera poco, estoy haciendo las últimas pruebas del menú navideño y no han llegado la mitad de los ingredientes que pedí así que vamos atrasados en ese sentido porque hoy deberíamos tener el nuevo menú disponible para los comensales.

- Catira hay un cliente afuera pidiendo hablar con el chef - me dice Jorge, el sous chef.

- ¿Podrías atenderlo tú? Estoy súper full con lo de Navidad - le pido.

- Ya lo atendí y sigue pidiendo hablar contigo, además créeme que no te fastidiaría si no fuese algo importante, es un famoso según entiendo.

Dejo salir todo el aire que tengo en los pulmones, lo último que necesito hoy es un comensal reclamando alguna tontería o un famoso criticando mi cocina en redes sociales.

Jorge me dirige a donde está el cliente de pie y me encuentro con tres chamos más o menos de mi edad que me miran encandilados probablemente sorprendidos de que sea una mujer quien está detrás de todo.

- Buenas tardes, yo soy Juliana y soy la chef de cuisine. Me comentaron que tienen una inquietud ¿Cómo puedo ayudarles? - les digo cargada de paciencia.

Hay dos con lentes que tienen cara de querer que se los trague la tierra y luego hay uno de cabello medio largo y muuuy alto que se dirije a mí.

- A ver señorita voy a tratar de ser lo más correcto que pueda. Nos parece que a su equipo le falta rapidez - cuando me lo dice no puedo evitar abrir un poco los ojos sorprendida de su comentario "correcto" - Cuando llegamos les hicimos saber que teníamos prisa, no solo no tomaron eso en cuenta sino que además mi amigo aquí - señala a uno de los de lentes que está evidentemente tatuado - pidió una opción vegana, así que tuvimos que devolverla y perder más tiempo.

- Disculpe entonces los inconvenientes pero este es un restaurante de preparaciones complejas y donde antendemos a decenas de personas al mismo tiempo como podrán ver - le digo señalando las mesas las cuales están todas llenas - Para poder brindar un servicio de calidad no pretenderá que mis cocineros lo atiendan tan rápido como en un McDonald's ¿No? Aquí hay personas que pidieron antes que usted y son atendidas por orden de llegada.

- ¡Pero tenemos prisa! - me contesta.

- Pues es lamentable ¿Sabe cuántas veces al día nos dicen eso? - él resopla - Si quiere atención personalizada debió pedir el servicio all access en recepción - le digo con mi sonrisa más hipócrita porque no soporto a la gente que pretende tener beneficios solo por ser famosa - Respecto a su amigo - miro ahora al chico de los tatuajes - ¿Ya solucionaron su problema?

- No, no pero no se preocupe, nosotros no queremos causar molestias - y entonces me susurra - perdón, está teniendo un mal día.

También yo y no ando armando showcitos, pienso.

31 días - Juan Pablo Isaza (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora