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Juliana Cisneros

Cuando me despierto me doy cuenta de que tengo un oso gigante durmiendo frente a mí que resulta ser Juan Pablo, así que en algún momento de la noche debemos habernos movido hasta quedar en esta posición.

Yo estoy abrazando la almohada y él más o menos hace lo mismo pero nuestras piernas encontraron la manera de enrollarse y me parece súper gracioso que una parte de nuestro cuerpo no esté de acuerdo con la otra porque además de eso simplemente no nos estamos tocando a pesar de que casi tenemos las frentes unidas.

Ser la jefa en la cocina tiene sus beneficios y no todos involucran comer sino más bien mandar, así que salgo cuidadosamente de la cama y sé lo que voy a hacer.

Llamo desde el teléfono de la habitación al de la recepción y aviso que me demoraré algo en bajar, las chicas me indican que por ser el día después de las velitas es probable que la gente se despierte tarde pero que igual le avisarán a la sous chef.

Las habitaciones de las personas que viven en los hoteles vienen equipadas con todo lo que un apartamento tipo loft promedio tendría, baño, cocina y hasta una pequeña salita integrada, saco del congelador algunas panquecas que dejé hechas hace unos días porque me parece la manera más sencilla y rápida de desayunar y las pongo a calentar sobre un sartén.

Al mismo tiempo sigo con la mente puesta en la bendita natilla de Navidad porque debo dejarles la receta cuanto antes a los patissiers así que tomo una de caja que sobró anoche y comienza mi momento medio mágico, hago la natilla y la sirvo en copas de postre con una base de crumble de galletas con caramelo salado.

Mientras se enfría en la nevera hago tan solo un poco de ponche crema casero para lograr hacer un helado que será la corona de todo, una vez que lo pruebo me doy cuenta de que quizás utilicé demasiado ron pero tampoco tengo más ingredientes para equilibrar así que esta prueba quedará justo así.

- ¿Por qué no me despertó? - me dice el oso frotándose los ojos desde la cama y mi estómago ruge pero no sé si es porque su voz se escucha más rasposa de lo normal por las mañanas o por el hambre.

- Despertaste.

- Claro que desperté - se ve que este no es un hombre que ame las mañanas.

- Es: ¿Por qué no me despertaste? - le corrijo porque cada vez que me ustean me siento una señora y veo la realización en su cara - Además te veías tierno dormido.

- ¿Tierno? Ningún hombre quiere ser tierno Juliana Cisneros, queremos ser sexys, imponentes, no "tiernos" - dice haciendo comillas aéreas pero riéndose.

¿Puedo grabar esa risa ronquita y llevármela a Caracas para usarla de despertador, porfa?

- Bueno también eres todo eso pero eres más un oso tierno.

- Básicamente me acabas de decir que soy Winnie the Pooh - me señala con un dedo acusador mientras finalmente se levanta de la cama y viene a la pequeña cocina - ¿O en Venezuela también se llama diferente? - dice en tono de burla.

- Ridículo - bufo.

- ¿Hoy qué vamos a hacer? - se sienta en una sillita de la cocina - No podemos seguir comiendo porque realmente seré Winnie Pooh.

- Pues dependerá de lo que digan los demás...

- Quieres salir acompañada para poder besarme ¿No es así? - se hace el galán y yo me río pero también sé jugar a ese juego.

- También podría besarte aquí si quisiera - me le acerco poquito a poco y él se queda inmóvil hasta que me pongo de puntillas y justo antes de tocar sus labios con los míos le digo - La cosa es que no quiero - y me volteo a ver las panquecas en el sartén como si nada pasara.

31 días - Juan Pablo Isaza (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora