Capítulo III

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“Té, Ajedrez y… ¿Ballet?"

Madame Ritta recorría apresurada las bulliciosas calles del improvisado y animoso mercadito de todos los jueves. Ese día se mostraba ante su pequeño marquesado con un vestido azul oscuro, de delicados vuelos y mangas largas que se ajustaban a sus brazos rellenitos, al contrario de la parte del torso donde, por conveniencia de madame, se aflojaba un poco. Zapatos cómodos y un buen par de elegantes guantes.

Era uno de los atuendos clásicos de la madame, uno al que todos los pobladores estaban acostumbrados a ver.

Pero al dirigir la mirada hacia la parte superior esperarían ver uno de los complejos peinados de la marquesa. Pues con gran sorpresa, se encontraron con un moño bajo sostenido por un listón simple y por mucho lo más impresionante, un sombrero de ala ancha color crema.
Eso solo podía significar una cosa:

Problemas.

Cualquier foráneo se preguntaría por qué tan extraña conclusión, pues cualquiera de los habitantes le explicaría gustoso la terrible enemistad que existía entre madame Ritta y cualquier sombrero que llegara a opacar sus gloriosos peinados. Pues en su terquedad la marquesa llegaba al punto de preferir llevar consigo a una de sus doncellas, que la seguía con una sombrilla a todas partes, que usar un sombrero para cubrirse del sol.

Pero ese día estaba nublado y la doncella que solía cargar la sombrilla, esta vez era firmemente sostenida del brazo por la madame como si se tratara de una amiga íntima.

Bastaba con escuchar las preguntas que le soltaba madame Ritta y ver la desesperada expresión de la joven al no saber cómo responder para suponer que la causante de todo ese show tenía nombre y apellido.

La joven señorita Tn Vandergold.

No era sorpresa para ninguno de los habitantes que la madame estuviera afligida después del rechazo de la joven hacia el conde, más considerando el buen partido que resultaba ser.

“¡Era simplemente algo inaudito!” frase que los mismos llevaban escuchando desde que la madame salió de la mansión para comenzar una “inspección matutina” que más que eso era una excusa para salir de la monotonía de su mansión o como en esta ocasión, escuchar que tan malos eran los rumores que andaban rondando sobre su hija.

- Dios mío, voy a tener que trabajar mucho en esa niña para lograr disipar, aunque sea un poco, las barbaridades que andan hablando estos ignorantes – le comentó a la joven- Silvia, ¿crees que los mejor sea buscar pretendientes más adultos o eso se vería demasiado desesperado?

La joven Silvia enmudeció ante tal pregunta, debatiéndose entre sí reír o hacer alusión a su ignorancia sobre el tema.

Y mientras la joven se decidía a madame Ritta se le ocurrió una idea, o más bien, recordó a alguien que podría ser la solución a todo ese embrollo.

-No digas nada Silvia querida, la sabiduría de tu señora acaba de encontrar la solución a esta desventajosa situación – se elogió orgullosa – Corre niña, ve y dile a la señora Gloria que prepare sus mejores postres para las cuatro. Avísale que llegaremos yo y una muy estimada amiga mía.

Sin comprender muy bien la situación, la joven Silvia miró confundida a la marquesa. La mujer miró como la chiquilla no se movía hecho que la alteró un poco. Ladeó la cabeza mientras su mirada seria y sus labios fruncidos terminaban de darle el mensaje a la chica.

- ¡L-lo siento Madame! ¡Enseguida voy!
La joven salió corriendo casi chocando con uno de los carruajes al cruzar la calle.¬ Madame Ritta se quedó en la acera, dejando que sus labios formaran una pequeña sonrisita triunfadora, ya podía saborear su victoria.

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⏰ Última actualización: Oct 18 ⏰

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