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LIONEL MESSI SUSPIRA antes de entrar a su habitación. Los botines quedaron olvidados en el pasillo y no tiene energía para cambiarse de ropa. Abre la puerta arrastrándose al interior del cuarto oscuro y desordenado. La habitación está hecha un desastre y la ventana cerrada, pero el omega no puede pensar en otro lugar donde quiera estar.

Se deja caer en un golpe seco al colchón, siente en sus mejillas la humedad de la almohada persistente de la noche anterior. La abraza sin apretar, y su mente comienza a repasar todas las tareas del hogar que no realizó aún.
Se siente triste, la emoción se extiende desde el centro de su pecho y se cuela en sus ojos, pero no quiere llorar, sus ojos de pondrían inchados y eso no le gusta a Cristiano. Se ríe un poco pensando en que si lo hiciera, su almohada parecería más una fuente diaria que otra cosa.

No ganó el partido. No levantó la ropa del suelo. No limpió el living repleto de latas de cerveza. Tampoco vació los ceniceros. Ni hablar de lavar los platos o de levantar los fragmentos de cerámica rota de su adorno favorito.

No había hecho nada, y no se sentía con energía para hacerlo. Tenía que, si, pero en ese momento simplemente no podía.

Cristiano iba a estar enojado con él, muy enojado. Puede que ya lo esté. Pero sus ojos eran pesados, y no podía mantener los párpados separados. Se iba a enojar, mucho, mucho. Iban a discutir como anoche y puede que el regalo de otro de sus fans volara por los aires como ayer. E iba a ser su culpa, solo suya. Porque él sabía lo que tenía que hacer y no lo estaba haciendo, porque conocía las reacciones de Ronaldo y aún así no se había levantado de la cama todavía. Podía darle un día feliz a su pareja pero no tenía la capacidad siquiera de mantener los ojos abiertos.
Era un desastre, como el partido de hoy, como le había dicho su alfa ayer mientras lo abrazaba por la espalda en la cama y él lloraba en silencio, arrepentido. Un fracaso total, como murmuró un aficionado al cual el resultado del partido no le había gustado.

Messi se encongió en la cama hasta llevar las rodillas a su pecho sin soltar la almohada. Tenía que levantarse, pero sentía que cualquier movimiento podía romperlo. Miró por sobre la funda del cojín el morentón alrededor de su muñeca izquierda, era nuevo, y ardía como ningún otro. Pensó en que era un recordatorio, una última advertencia de su gastado cuerpo para que reaccionara y pusiera las cosas en marcha. Pero su pecho pesaba más que eso, al igual que sus ojos ardían más que el moretón en su brazo.

Manchas [Messi X Ochoa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora