heart to heart | introduction

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𝖍𝖊𝖆𝖗𝖙 𝖙𝖔 𝖍𝖊𝖆𝖗𝖙


El sol era cegador, pero a la vez te abrazaba con su calidez, que era imposible no sentirse reconfortante por el mismo, en compañía de los sonidos de las gallinas que picaban las viejas semillas, que lanzaba con torpeza al césped

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El sol era cegador, pero a la vez te abrazaba con su calidez, que era imposible no sentirse reconfortante por el mismo, en compañía de los sonidos de las gallinas que picaban las viejas semillas, que lanzaba con torpeza al césped.

Vivir en una granja nunca fue lo que llegué a imaginar luego de salir de Atlanta para buscar mi sueño de ser maestra de teatro, sin embargo, por las obvias circunstancias, me vi obligada a renunciar a mis sueños para volver al lugar donde la tristeza abundaba desde que mamá murió. No hace más de un año que el apocalipsis había comenzado y yo había vuelto a vivir con mi padre, mi hermana menor y mi madrastra, así que todo seguía tan... reciente para mí.

Mi hogar realmente nunca se sintió como uno; siempre viviendo bajo la sombra de mis hermanas, convirtiéndome en la oveja negra de la familia por no seguir el mismo legado. Y aunque Maggie —mi hermana de en medio—, no quería lo mismo que mi padre, por querer hacerlo sentir orgulloso, aceptó las decisiones que tristemente a ella le correspondían. Beth, la menor, aún era joven, y por suerte, no alcanzó a vivir el estrés de tener que estudiar para un examen o una tesis.

Ser veterinaria jamás fue algo que llamó mi atención, por lo cual, renuncié a ello para convertirme en maestra de teatro. Lo poco que logré enseñar  en la universidad de Washington, me demostró que todos esos regaños y gritos por parte de mi padre y tíos, valieron completamente la pena.

Jamás olvidaré esos buenos tiempos que ahora murieron con el resto de personas que llegué a amar.

Me envolvía en mis pensamientos para olvidar que Hershel no se sentía feliz por lo poco que llegué a lograr en el tiempo que estuve fuera de casa. Solo éramos mis libros viejos y yo, junto a esa popo de gallina que estaba dispersa en los césped de la granja Greene.

No quería volver a la normalidad, pero esos ojos que me picaban la nuca con cierto enojo, me obligaron a hacerlo. A los lejos pude escuchar a mi padre llamarme para que lo ayudé con lo que me había pedido anteriormente; según recuerdo, era acerca del pequeño secreto que tenemos en el granero.

Asqueroso, por cierto.

Él me miraba con esa sonrisa falsa, que trataba de mostrarla real para disimular la tristeza que tenía en su oveja negra.

Con el tiempo aprendí a vivir con ello.

Puse mi mayor esfuerzo en devolverle el gesto, sin embargo, el tiempo de dolor que he vivido al lado de mi familia, me impidió hacerlo.

—Maya, hazme un favor —pidió mi padre, mirando por el rabillo de mi hombro a Otis, su ayudante desde que tengo memoria.

Ya es considerado de la familia, junto con su esposa que es una dulzura.

Con un ademán, le di la señal para que siguiera hablando, en demostración de que tenía toda mi atención en él.

—Eres buena con el arma.

Ese maldito tono de voz gritaba decepción pura, donde ni su sonrisa le ayudaba a ocultarlo.

—¿Quieres que lo acompañe a cazar? —llegué al punto.

Me agaché para amarrar mis agujetas, y seguir ocultando mis ojos que comenzaban a aguadarse. Sé que para papá no soy la mujer de casa que quisiera, pero creo que las mujeres tenemos más potencial en otras cosas que en preparar bocadillos.

Quisiera que lo viera de la misma forma que yo.

Asintió con la cabeza, esbozando una sonrisa de lado.

—Bien, pero... —enderecé la espalda y lo miré directamente a los ojos. —¿Te encargaras de Lua?

Mi pequeña y bella Lua; mi hija.

La tuve con solo quince años de edad —una niña teniendo a otra niña— con un chico de la secundaria que evidentemente no quiso formar parte de su vida. Ahora ella tiene tiene dieciséis, casi la misma edad de su tía Beth.

A pesar de que esa pequeña noticia fue un golpe duro para la familia, el amor tan grande que tienen sobre Lu, sobrepasa todo.

—Sabes que haría lo que sea por mi pequeña hormiga —inquirió, con ese brillo particular en sus ojos que se formaba cada que recordaba lo diminuta que era Lua cuando finalmente estuvo en mis brazos.

Sonreí en agradecimiento y palmee su espalda antes de entrar a casa. Giré en mis talones para confirmar que él siguiera viéndome, y en cuanto conectó su mirada con la mía, formé un corazón con mi dedo indice, justo en el lado izquierdo de mi pecho.

—Gracias, papá.

No dijo nada más.

Imitó el mismo gesto que yo, que para ambos tenía un significado que difícilmente la gente que no formaba parte de nuestra familia, entendería.

"De corazón a corazón, te amo y te amaré"

Y aunque era difícil decirlo con palabras, solo eso me ayudaba a expresar lo que en todos estos años no pude demostrar.


Y aunque era difícil decirlo con palabras, solo eso me ayudaba a expresar lo que en todos estos años no pude demostrar

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