Trato de que todo mi trabajo esté listo para la hora que había pactado de antemano. Firmo algunos papeles y los dejo en la esquina del escritorio, adjunto algunos archivos y releo el tema que tengo propuesto para dentro de dos días.
Se supone que nuestra empresa turística es la más solicitada por el mercado de estatus alto, y ahora nos habían pedido por lo menos 5 de nuestros aviones para llevar una conferencia hacia una isla privada.
No pienso desaprovecharlo, muchos me dirán que más dinero del que tengo no me hace falta, pero cuando estas en la cima, en mi caso no todo es dinero, es crear la satisfacción de hacer un trabajo tan pulcro que estas en primer lugar de las listas de los elegidos.
Además, el punto extra es cuando puedes pedir diferentes favores a personas importantes, y en algunos casos, no pueden negártelo.
—Señora Jáuregui— la voz de mi secretaria me saca de mis pensamientos, alzo mi rostro esperando que ella pueda formular lo que quiere decir. —Su chofer está esperándola— asiento viéndola salir de la oficina.
Apago todo lo que esta am alcance y me levando de la silla. Arreglo mejor mi vestimenta, mi pantalón de vestir blanco y mi blusa de color rojo, agrego mi saco que me llega un poco más abajo de mis rodillas, el saco es de color negro, y mis tacones de aguja van en contraste.
Salgo con mi bolso hacia el ascensor despidiéndome de mi secretaria al pasar por su costado, la puerta se cierra y puedo observarme con más detenimiento en el espejo dentro de aquel cubículo.
Arreglo mi cabello hacia un costado ahuchándolo con mis manos, mi maquillaje está intacto y resalta mis ojos verdes, pero mis labios llevan un rojo intenso.
El sonido de mis tacones resuenan por el espacioso lugar y mi chofer abre la puerta de la camioneta cuando llego cerca de él.
—Tienes la dirección ¿Verdad?— le hago la pregunta y el asiente.
El paisaje a mitad de la noche es placentero, agradable y majestuoso, tenía tanto tiempo que no me detenía a observarlo, y aquello me dejaba un poco nostálgica.
No quiero decir que no ame mi tiempo en familia, solo son simples recuerdos que son imposibles apartarlos de mi mente.
El celular suena y lo cuelgo. Evito responder las llamadas, incluso las de ella.
"¿Por qué no respondes?" –C
"Ponte una falda y te espero en la puerta en 5 minutos.
No más, no menos ¿Entendido?"-L
Envió el mensaje y no obtengo respuesta. Ha pasado tanto tiempo y ella aun no recuerdas las simples reglas y algo que me enoja en gran manera, es que no las sigan.
El auto se detiene frente al edificio, observo mi reloj y veo como abren la puerta y la cierran, observo su rostro preocupado viendo el reloj y como su cabello chocolate se ondea por el frio viento de la noche.
—Lo siento. Rebusque lo más rápido posible— murmura sentándose a mi lado dejando su pequeña cartera en medio de ambas.
— ¿Sabes que se te ha olvidado algo?— Giro mi rostro para no observarla.
— ¿Yo?— sé que está preguntándose qué fue lo que hizo, y aquello me da mucha gracia. —No te respondí— murmura, es casi un susurro, pero puedo escucharlo.
—Lo captaste— mi vos es algo fría, y quizás un poco dura. —Y recuerdas que eso se castiga ¿Verdad?— alzo mi ceja y ella traga hondo.
—Sí, señora— sonrió ante sus palabras porque sigue siendo mi perfecta sumisa.
Muerdo mi labio en espera, tengo que ser más impasible y lo consigo cuando ella mueve sus manos sobre su regazo.
Y en un movimiento experto, la tomo de la barbilla y la beso. Es suave, es delicado y muy apetecible.
—No me desobedezcas. Sabes que no me gusta— murmuro sobre sus labios. Ella jadea cuando tomo su labio inferior entre mis dientes con una presión muy sutil y tiro de él.
—Sí, mi señora— besa de nuevo mis labios en un toque sutil.
Me aparto de ella, y abro mi puerta. Ella sale del auto cuando abro el vehículo y extiendo mi mano para que la tome.
A paso lento entramos al lujoso restaurante. Muy imponente y bastante alto.
El cristal de la ventana es tan pulcro que incluso puedes creer que no existe, quizás si no te tomaras el tiempo de observar el reflejo de la lámpara en el techo, puedes imaginarte lanzándote al vacío.
El mesero trae consigo una botella de vino. Es suave.
Camila muerde su labio tomando un sorbo, pero desvía su vista hacia la gran e imponente ciudad.
—El sabor de este vino es más dulce que de costumbre.
—Me he dado cuenta— sonríe de medio lado dando otro sorbo sin dejar de mirarme.
—La primera vez que lo tome, estaba en una cita no deseada, tratando de impresionar a personas que no quería en mi vida. Recuerdo que termine mareada muy rápido, porque comencé a beber más por perder la razón que presenciar ese acto tan desagradable. — tomo un sorbo, es pequeño.
— ¿Por qué hacer algo que no te agrada?— su pregunta es simple.
—Cuando tienes que aparentar, la vida puede ser cuesta abajo. Nunca agradaras a nadie, solo porque no estás buscando agradar— ladea mi cabeza y me inclino un poco hacia adelante apoyando mi codo en la mesa.
»Mis padres querían dinero, su única misión era conseguirlo, no importa como, no importa el proceso. No me enorgullezco de mi pasado, pero tengo recuerdos bloqueados y me gustaría que siga así.
—Mi padre era un hombre muy dulce. Aún recuerdo como me enseño a montar bicicleta, era divertido, hasta que el termino en el suelo, escupiendo sangre.
—Las buenas personas son las que mayormente se van de nuestro lado rápidamente. Ojala la vida jugara el mismo juego, pero no podemos correr en su contra.
—Tu copa— señala el cristal.
— ¿Una foto?— pregunto con una sonrisa al observar la marca de mi labial en el cristal.
Su teléfono apunta en mi dirección, pero estoy segura que no enfoco solo a la copa.
— ¿Qué serias capaz de hacer por algo que tengo quieres?
—Depende de que me ofrezcan. Si es un beso tuyo, soy capaz de muchas cosas. Pero he visto el anillo en tu dedo, y me deja en un límite.
—No veo que tú te quitaras el tuyo— acaricio su mano con la mía.
—No veo la necesidad de hacerlo.
Lo que hizo a continuación, dejo más que acelerado mi corazón.
Lentamente la veo aparta su silla, y con pasos lentos pasa una de sus piernas sobre mi regazo quedando a horcajas encima de mí, con su pecho pegado al mío. Mis manos se aprietan encima de la mesa, pero las suyas se aprietan en mis hombros.
Y lo único que puedo procesar es el sabor dulce de su lengua invadiendo mi cavidad.
Y no puedo negarlo, la mejor vista de la ciudad, será de ella en ese cristal, desnuda, siendo mía.
*Después de mil años, nos volvemos a encontrar*
*Disculpen los errores*
ESTÁS LEYENDO
Señora 3era parte (Camren)
RomanceLa veinteañera y la cuarentona. El amor si tiene edad, y el destino tiene sus preferidos Lauren Jáuregui ama con toda su alma a la única mujer que la ha amado por quien verdaderamente ella es, incluso si tiene un regaño frecuente. Camila Cabello de...