🍂; Capítulo dos.

3 4 0
                                    

「02: Háblale

Pov' Astrid.

𝕹o hay nada más deprimente que un bonito día soleado cuando un bronceado es el menor de tus problemas.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal acompañado de unas náuseas que me hacían sentir como si quisiera matar a alguien. ¿Cuál era el problema? Que desde la otra noche en que ese estúpido sonido apareció -y el cual pareciese que nadie más escucha- no ha cesado. Es desesperante y aunque casi no se escucha, sigue ahí, y cuando menos lo espero aparece más fuerte y me causa leves mareos.

Me he automedicado, terapia de apicultura con la picadura de las abejas, aunque no lo crean, el dolor es satisfactorio y me obliga a dejar de oír ese ruido molesto.

Incluso he pensado que ya me volví loca.

Para variar un poco de mi traumante situación, no he podido escribir más de una página de mi libro. Nunca había sufrido de bloqueo de escritor y créanme cuando digo que es horrible tener el cerebro ahí por gusto si no puedes utilizarlo para algo productivo.

«Como sacarle los sesos a las mascotas de los vecinos» Sí, fue muy divertido mientras duró.

—¿Qué cuentas amiguis? —di un respingo a causa de su basta presencia a mi alrededor. ¿Cómo alguien puede ser tan feliz en un mundo tan podrido?

—No soy tu amiguis —le contesté con una mueca de asco.

No sabía cómo había logrado encontrarme. Desde el inicio de la hora de descanso había estado sentada al pié de un árbol que se deshojaba en una pequeña colina del campus.

Ohh sí, amaba el otoño cuando los árboles se deshacían de sus hojas, era como ver a una serpiente cambiando de piel, eso sí era entretenido.

—No digas eso o me podré triste.

—No digas eso o vomitaré —e advertí con indiferencia.

Ella se sentó con deliberada confianza a mi lado.

—¿Por qué eres tan rara? —habló, de momento.

—¿Por qué eres tan desagradable a mi parecer? —dije, ya un poco hirritada. Ella era de esas personas que parecía que cuando lloran soltaban cascadas arcoíris en vez de lágrimas.

Para mi sorpresa ignoró mi intento de que se fuera. En vez de eso, se acercó un poco más a mí.

—Aléjate, vas a pegarme tus colores y tú felicidad —estiré un brazo, para poner distancia. Ella solo sonrió.

—¿Sabes? —ya di por hecho de que no se marcharía, solo me limité a escucharla mirando la nada— Creo que entiendo por qué eres así. Hay muchas personas que han sufri...

«¿En serio ese es su mejor argumento?»

Y ya está. Me eché a reír a carcajadas, si es que eso era posible para mí.

—No me vas a convencer de que sea tu amiga con un discurso conmovedor de media hora —limpié una lágrima imaginaria de mi ojo, todavía con rastros de risa—, eso no funciona conmigo.

—Bueno yo creí...

—Creiste mal —volví a interrumpirla—. No viví nada traumático y tampoco te lo diría si así hubiera sido. Ahora métete en tus asuntos —me puse de pié, dispuesta a alejarme con la mayor indiferencia.

—¿Por qué no quieres amigos? —soltó de repente la gordita pelirroja detrás de mí con un tono curioso.

—No los necesito —espeté—. Esta efímera conversación ha terminado.

WitsideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora