Izao: Kuroi Kage No Uta (Canción De La Negra Sombra)

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Isogai Nishimura, un nombre olvidado, un nombre que ya nadie recuerda, un nombre sin significado...

Isogai era un chico tranquilo, quizá demasiado, no le gustaba mucho ningún tipo de relación social, cosa que repercutiría durante toda su vida.

Isogai era un chico de unos 15 años, si te acercabas a él y le preguntabas sobre sus gustos probablemente no te respondería. Pasaba los recreos mirando al suelo, sentado en una esquina.

Pero Isogai no era lo que aparentaba ser, él no quería ser así en su interior, siempre le tacharon de introvertido, pero lo que él era estaba mucho más allá de eso...

Por supuesto tenía hobbies, aunque no demasiados, le gustaba quedarse boca arriba tumbado en su cama y no hacer nada, le gustaba escuchar música relajante y le gustaban las artes marciales...

Su artista marcial favorito era un hombre llamado "Isao Machii" con varios récords mundiales a su nombre, entre ellos, los mil cortes de espada más rápidos, la mayoría de cortes en menos de 3 minutos, y cortar una bala con una katana...

Puede que fuese algo estereotípico por su origen oriental, pero no era algo que le preocupase.

Él estaba fascinado con una reliquia de su hogar, una katana que perteneció a su bisabuelo, nadie la ha usado nunca aún, y su familia se sentía orgullosa de portar un arma que jamás fue desenfundada.

Negra, tanto la funda como las vendas que envolvían la plateada empuñadura lucían un hermoso color azabache, empuñadura que se separaba de la hoja por una rodela plateada con la forma de un trébol de 3 hojas. La funda que protegía a la hoja tenía dibujados unos motivos de tallos, hojas y flores rojizas.

Una espada que llevaba años enfundada, sin ningún rasguño ni rozadura de ningún tipo...

Isogai soñaba con blandir esa katana, no para hacer daño ni para usarla propiamente, sino para sentir ese honor que desprendía en su propia piel.

El chico no era demasiado popular, tampoco necesitaba serlo... En la escuela secundaria empezó a conocer la verdadera naturaleza en su interior, empezó a comprenderse mejor a sí mismo.

Pero por suerte o por desgracia, él era el único que lo comprendía...

En los institutos, como en todas partes, hay gente mala, gente que quiere abusar de su poder, gente que se cree, de hecho, con poder...

Así empezaron las burlas, que pasaron a insultos, que pasaron a empujones y que pasaron a golpes...

Pero había algo que inquietaba a todo aquel que trataba de abusar de Isogai: su rostro, siempre impasible, siempre con la misma inexpresividad y apatía, a pesar de estar sangrando y a pesar de que sus glándulas emitían lágrimas, no parecía triste, ni asustado, ni enfadado. Y lo más terrorífico de todo resultaba en que no lo estaba...

Cuando se cansaban de golpearle, él se quedaba un rato en el suelo para que su cuerpo se recuperara y procedía a ir hacia el baño a limpiar la sangre para luego volver a hacer lo que sea que estuviese haciendo antes de todo eso.

Su familia era otra historia, su padre murió en un accidente de coche cuando él aún era un bebé y su madre se encargó de cuidarle y enseñarle. Ella siempre fue como una diosa para él, e Isogai sentía que el propósito de su vida era que su madre sonriera y cuando dejara este mundo, que ella pudiese aún sonreír desde el más allá...

Sin embargo... Hay que mencionar algo importante de Isogai...

Apatía, ese era el nombre que le gustaba ponerle a su enfermedad, no podía sentir casi ninguna emoción y mucho menos expresarla, podía sentir respeto, admiración, paz, más nunca tristeza, emoción, miedo, ira, felicidad...

Su bisabuelo fué un bio, pero su habilidad no iba más allá que una buena flexibilidad en los brazos... Isogai pensaba que su apatía era producto de una habilidad bio pero no era así, era solamente una enfermedad.

Desde hacía ya unos años su madre enfermó, él la cuidaba como podía, le traía mantas, sopa y medicinas siempre que lo necesitase, pero Isogai necesitaba ir a clases y debía dejar a su madre sola un tiempo...

Otro día de clases y de nuevo lo de siempre, un chico de nuevo abusando de él, al siguiente día igual, y al siguiente, y al siguiente... Isogai volvía a casa con el labio partido, moretones, a veces cortes... Su madre realmente se preocupaba por él, pero Isogai no entendía el porqué...

Entonces... Un día, cuando iba a traerle una sopa a su madre, pudo escuchar algo antes de entrar a la puerta... Llantos...

Asomó su mirada por la puerta y vislumbró una imagen que le impresionó, su madre a duras penas de rodillas, rezando y llorando, pidiéndole a Kami-sama que pronto se curase para poder proteger a su hijo y que nunca más le hicieran daño...

Isogai sintió algo en su interior... Aunque más que eso, sintió algo extraño en su exterior... Su ceño estaba fruncido, sus dientes apretados, y sus glándulas volvían a llorar, sus puños estaban cerrados por alguna razón, era una combinación extraña entre confusión y algo más...

...

Odio...

...

Al siguiente día, en el instituto, Isogai decidió reunirse en con el chico que siempre le hacía daño, nunca supo su nombre, pero estaba determinado a hacer algo, no sabía aún el que, pero estaba enfrente suya, en el mismo sitio apartado donde recibía palizas, con esa expresión en el rostro que tenía aquel día...

Él le preguntó que qué hacía llorando, estaba enfadado? triste? Asustado?

Pero solo unas palabras pudieron salir de la boca de Isogai.

"kirai"

El otro chico puso una mueca de confusión y tras algunos insultos fuera de lugar, estaba listo para asestar un nuevo golpe en la cara de Isogai.

Pero algo pasó...

Isogai no sabía en que momento lo hizo, pero parecía como si de un segundo a otro su puño estuviese enterrado en el diafragma de aquel chaval.

El chico estaba llorando, aterrorizado, gritando y...

Isogai estaba agarrando una pata de una silla con una mano, silla que estaba sujetando un compañero del chico, que parecía estar apunto de impactar contra la cabeza de Isogai, cuya pierna estaba chocando fuertemente contra el cuello de este otro niño.

Fueron varios trances así, hasta que lo único que quedaba era Isogai, con unos 7 chicos tirados en el suelo, la susodicha silla en la mano y su cara tanto como sus manos y una pata de la silla impregnados en sangre...

Llamaron a las autoridades pero Isogai tenía un as bajo la manga...

Isogai tenía las manos por encima de la cabeza y un policía llevándole al su casillero con el pretexto de "recoger sus cosas para irse a casa"

La katana de su abuelo, que llevo en la mochila y metió en susodicho casillero antes de entrar a clases resplandeció impune como siempre, pero ya jamás volvería a resplandecer de esa manera...

Isogai abrió su casillero...

Fue un parpadeo...

Isogai Nishimura, con 15 años, portaba una katana en su mano, una pistola en la otra y caminaba entre una montaña de cadáveres de policías, niños y profesores...

Esa katana que portaba en su mano estaba impregnada de la sangre de varias personas, esa katana que siempre portaba el orgullo de no haber sido desenfundada desde hace años...

Katana cuya funda se encontraba perdida y olvidada entre la montaña de cadáveres, pues no iba a volver a ser enfundada jamás...

La primera emoción de Isogai no fue el odio...

El odio de Isogai fue solo una transformación de una emoción más fuerte...

La madre de Isogai murió frente a los ojos de su hijo, y sus últimas palabras fueron un rezo a una emoción...

"Kami-sama, haz que mi hijo pueda sentir al menos una emoción... Amor"

Esto es en lo que se ha convertido mi amor...

愛してる、お母さん...

Leftovers RemainsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora