Karma: El dolor nos hace fuertes

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Verás, desde pequeño siempre quise ser alguien fuerte, mi padre era la fuente de ese deseo, siempre tan alegre, siempre tan imparable. Él me enseñó todo lo que sé sobre música y me compró mi primera guitarra, siempre tocábamos juntos en el jardín mientras mamá nos miraba con ternura en sus ojos, recuerdo tocar los trastes de aquella guitarra con las manos de papá encima de las mías para ayudarme, en esa época sentía paz, tranquilidad, felicidad...

Es cierto que mi gusto musical no es el más feliz de todos, pero aun así esas notas son las únicas capaces de expresar mis más profundos pensamientos, porque a pesar de que todos me dicen que parezco una persona deprimida, y puede que tenga razones para serlo, créeme, trato de luchar contra ello y mi familia siempre está ahí para ayudarme cuando voy perdiendo la pelea.

Pero nada es para siempre...

Un día papá se fué y yo nunca supe el porqué, pero nunca regresó. Mamá se veía devastada, sin duda nunca había visto a una persona tan triste en mi vida, ahí empecé a decaer y desde entonces las canciones se volvieron cada vez más y más oscuras.

Tenía 5 años cuando papá se fué, nunca terminó de enseñarme a tocar la guitarra, tuve que aprender por mi mismo, quizás es la ironía de la vida y su macabro sentido del humor, pero así como tuve que aprender a tocar la guitarra solo, tuve que aprender a vivir por mí mismo.

Pero no adelantemos acontecimientos...

Odio el alcohol, bueno, eso es mentira, odio lo que el alcohol le hace a las personas, por eso nunca beberé. Mi madre bebía, y mucho, sobre todo después de que mi padre se fuera, pasó de unas copas de vino a botellas enteras de vodka y de eso a cerveza barata cuando el dinero empezó a faltar. Dejé el colegio, vendimos mis juguetes, ni os imagináis lo que luché por que no vendieran mi guitarra, pero aún con todo eso perdimos la casa... Y cuando en este país pierdes tu lugar solo queda un sitio donde ir.

Deadjoy era un sitio de mierda, justo como lo es ahora, solo poblado por personas que, o bien no tienen ningún sitio a donde ir, o bien son criminales. Es un mega suburbio, prácticamente una ciudad entera abandonada, retener la criminalidad allí para mantenerla a raya a como respuesta a la aparición de las habilidades bio fue una idea horrible por parte del gobierno, pero qué más da eso ahora...

Recuerdo a mi madre cub una mano agarrando la mía y con una botella en la otra, yendo hacia una casita abandonada, ese día comimos pasta rancia y bebimos cerveza, y poco a poco fuimos sobreviviendo días, meses y así hasta que llegué a los 8 años.

Esa casa sin duda era la pobreza encarnada, tuvimos suerte de que ya no había nadie viviendo en ese sitio, sino no se como habíamos salido de ese lío...

Conforme más bebía mi madre, más difícil era todo, tengo muchísimas lagunas pero aún puedo sentir sus puñetazos en mi cara, yo no podía luchar contra ella, ni quería. Cuando no me gritaba o golpeaba se pasaba el día mirando la bata de mi padre mientras lloraba, sin duda era devastador verla de esa forma, ya ni siquiera sé dónde quedó esa sonrisa de antaño ni si volvería a verla...

Esa bata...

Un día como cualquier otro, me dispuse a coger esa maldita bata, ¿Que tenía que era tan importante para mi ella? Aparte de que era un obvio recuerdo de mi padre, la incertidumbre me carcomía, nunca supe que le pasó pero quizás así podría entender un poco mejor la situación.

Era una lluviosa noche, me mantuve despierto hasta que escuché a mi madre entrar a su cuarto, me levanté cuidadosamente de mi cama andrajosa y sin manta, dí unos pasos hacia la puerta y me mantuve allí por un tiempo, escuchaba mis propios latidos, y aguanté la respiración, pero después de un buen rato solo quedaba silencio.

Abrí sigilosamente la susodicha puerta y me deslicé por la abertura, iba con paso lento pero seguro, el crujir de la madera del suelo se sentía como si lanzaras un vaso al suelo y el traqueteo de la lluvia en los cristales solo empeoraba las cosas pero afortunadamente y con todo el sigilo que podía tener a mis 8 años, y que desarrollé de huir de mi madre, crucé el pasillo y ahí la ví, en la cocina, una bata blanca de laboratorio doblada encima de una silla, arrugada y manchada de lágrimas.

Respiré hondo pero silenciosamente y me acerqué con cautela, nunca olvidaré lo que había en esa bata, un gran círculo Turquesa y una única letra blanca en el centro: "R". Estiré mis brazos, estaba a nada, a punto de rozarla con mis yemas...

Pero algo rompió el silencio.

"Que crees que haces, puto mocoso de mierda..."

En cuanto mis oídos escucharon esa frase mi cuerpo se paralizó, sentía como mi propia piel palidecia, ni siquiera estaba temblando, no tenía el valor de girar la cabeza, fueron unos pocos segundos pero se me hicieron eternos.

Pronto, las manos de mi madre se abalanzaron hacia mí, yo traté de escabullirme bajo la mesa pero ella la rodeó y me topé de frente con sus piernas, empecé a temblar y en un completo estado de pánico me levante para huir pero entonces pasó lo peor que podría haber pasado...

Sentí el cristal romperse en mi cabeza, sentí la sangre bajar por mi frente, y ví los pedazos de botella esparcidos en el suelo... mi respiración... agitada, mi pulso cada vez iba más rápido y no me quedaban lágrimas para llorar o voz para gritar... mamá fue a agarrarme pero hice lo que único me quedaba hacer en una situación de desesperación, ya había intentado escapar, ahora mi cuerpo solo podía luchar.

Mi madre fué a cogerme del cuello pero yo lancé mis manos hacia ella con el propósito de empujarla, y en cuanto mis manos tocaron su cuerpo sentí como mi visión por unos instantes se tornaba morada.

Sentí como al contacto con ella su cuerpo se rompía, escuché como sus huesos se quebraban y como sus músculos se desgarraban, solo pude escuchar un ahogado grito de dolor y miedo, mi madre prácticamente explotó en sangre y huesos mientras que tras de ella se rompía la pared, el suelo se agrietaba y destrozó la casa que teníamos al lado.

Devastación por todos sitios, todo a mi alrededor estaba completamente destruido en un solo segundo, y no tenía ni idea de que había pasado.

Me dejé caer de rodillas, quería gritar, pero lo único que salió de mi boca fue bilis, no me quedaban más lágrimas, no me quedaba absolutamente nada más...

Miré mi reflejo en uno de los cristales rotos y pude ver que en mi cara se dibujaba una especie de tatuaje morado de una calavera tribal.

Me levanté y alcé la cabeza mientras la lluvia caía en mi cara y solo pude reír sin parar hasta que al fin... conseguí llorar...

En ese momento recordé a mi padre...

-Supongo que no me rendiré aquí...

Desde entonces me convertí en lo que sois vosotros, en otro resto de la sociedad...

Crecí pensando en ayudar a la gente que tuviese problemas como yo.

Robé, maté, destruí, pero siempre con un objetivo en mente, proteger a los que serían y ahora son, mi verdadera familia

Queridos leftovers, sé que es difícil sobrevivir aquí pero recordad...

Por mucho que la vida te golpee en la cara, que lo hará, por muchas ganas que tenga de que todo acabe y por muchas ganas que tenga de destruirlo todo... jamás borraré lo más importante que me enseñó mi padre...

"...Aunque duela, conforme más toques más callos te saldrán en los dedos, y más fácil será tocar, todo lo que sufres solo será recompensado si aprendes que la vida es una ilusión y que la felicidad la encuentras tú mismo, porque el mundo no te la dará... mi querido Yael... recuerda que el dolor siempre nos hace más fuertes..."

Leftovers RemainsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora