Melancolica tormenta

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-Vamos niñas, abran sus regalos, estoy seguro que les van a gustar...- Una voz gruesa, pero suave a la vez nos hablaba a mi hermana y a mi, era mi abuelo, quién estaba sentado junto a mi abuela, ambos con sonrisas de oreja a oreja.

Navidad es la época favorita de mis abuelos, el hecho de que estemos aquí reunidos todos es algo que los hace muy felices, nunca en mi vida he visto sonrisas más calidas y llenas de amor que las suyas, con solo verlos puedes sentir que todos tus males dejaron de importar, y que el día de mañana todo será mejor.

Sonrío al verlos tan felices, para después voltear a ver la caja adornada que tengo en mis manos, un moño plateado la decoraba, contrastando con el color dorado que tenía el del regalo de mi hermana...

Ambas empezamos a abrir nuestros regalos, la luz de las velas alumbrando nos hacía difícil abrirlos debido a las extrañas sombras que formaba el fuego.

Casi al mismo tiempo sacamos de aquellas cajas lo que nos habían dado, animales de madera (o mas bien, cabezas), a diferencia de las grandes cajas de cartón en las que los envolvieron, estos animales eran tan pequeños que cabían en la palma de la mano, un poco arriba de la sien tenian un pequeño agujero por el que pasaba una cuerda que los delataba cómo collares.

-Es muy lindo abuelo, muchísimas gracias- la primera en hablar fue Karen, quién se puso aquel collar, para despues levantarse y darle un abrazo a ambos abuelos.

Yo levanté el mío a la altura de mis ojos, era la cabeza de un ciervo, sus cuernos hacían un medio círculo que me recordaba a una luna creciente...

-Los hicimos nosotros, para que puedan guiarlas en tiempos difíciles.-

-Muchas gracias, lo llevaré conmigo a todos lados. - Me puse mi collar para después ir a abrazar a estas personas maravillosas que tengo enfrente.

Voltee a ver a mi hermana, a diferencia mía, en su cuello estaba una pequeña cabeza de zorro, con sus orejas puntiagudas y una curva en ambos lados de la cara simulando los colores del animal...

Veía por el rabillo del ojo a mi madre, quién también tenía un collar en sus manos, este era un pequeño ratón, con grandes orejas y hocico pequeño, cuando pude verlo bien, me di cuenta que incluso tenía tallados sus pequeños bigotes de forma muy fina a los costados de la cara.

Mi madre se veía feliz, aunque se notaba que le gustaba el regalo por la intención más que por el animal que le dieron.

Aquella noche fue algo hermoso, comimos hasta hartarnos, hablamos de todo tipo de cosas, incluso hice un retrato de mis abuelos en mi libreta, con ellos dos sentados en sus sillones individuales, uno al lado del otro, tomados de la mano y con una cálida sonrisa...

Ojalá y todos los días pudieran ser así...

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Estoy viendo fuera de la ventana, ya me estoy cansando de este color gris que pinta el cielo, el sonido de las gotas de lluvia callendo, si bien son relajantes hasta cierto punto, están empezando a sacar un sentimiento de vacío en mi, algo que me desagrada bastante...

Subo mi mano a la altura de mi cuello, tomando aquel collar de ciervo, me quedo un buen rato viéndolo, tratando de encontrar algo que no sea este vacío...

Recuerdo a mis amigos...

La vez que fuí al cine con Marco y Eli, la muerte de un personaje al final de la película que fue tan inesperado que ellos salieron llorando, pero yo al verlos no podía evitar reírme a carcajadas...

El Sol Que Salió De Noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora