𝟎𝟒. 𝐇𝐞𝐫 𝐚𝐧𝐠𝐞𝐥

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         Sus ojos ardían al igual que sus manos

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         Sus ojos ardían al igual que sus manos. El fuego había arruinado todo. La había arruinado. Coralena ahora no era más que un cuerpo, desprovisto de sus herramientas para poder moverse por el mundo, había perdido el tacto de sus manos y la vista. Ahora solo le quedaban sus pies que caminaban en la oscuridad.

         Ahora estaba condenada a caminar sola por el mundo, llorando por sus pérdidas. Muchos conocen el mito de la llorona, aquella mujer que recorre el mundo llorando por los hijos que perdió. Pocos saben que realmente la mujer se lamentaba por los hermanos que vio sucumbir en el fuego, no hijos, y que esa mujer era una vampira, no un espíritu.

             Su cabeza chocó directamente con un árbol. Ella cayó rendida al suelo, estaba totalmente lastimada, no podía tocar nada sin que las manos le doliesen, sentía los cristales de una ventana clavados en sus hombros y sus ojos cada vez se cerraban más.

              —Qu'est-ce qu'ils t'ont fait, princesse?

               Su voz era angelical, si bien había preocupación en su tono de voz, eso no fue lo que cautivó a la humana, comparó el tono con el que poseían los enojados pueblerinos que acabaron con su vida, eran tan diferentes.

               Si bien no entendía nada de lo que había dicho el hombre, sabía que no era nada malo, lo intuía. Aunque también intuía que el hombre a su lado no era solo un hombre. Era un ángel.

                Unos ojos negros la escanearon, vieron la sangre salir de sus brazos, vieron las quemaduras por su cuerpo y la tierra impregnándose por su piel y aún se quedaron a su lado.

                Unas manos frías la tomaron por la cadera y la acomodaron en el regazo de su ángel de cabellera rubia. Ella se dejó fluir, realmente la cercanía con ese hombre, su ángel, le gustaba de sobre manera.

                Repentinamente tuvo un pequeño sobresalto al sentir su respiración en su oído, susurrándole palabras no entendibles para su léxico. Si bien sabían francés e inglés, el hombre que la sostenía no hablaba ninguno de los dos o por lo menos no con ella.

             Luego de eso sintió como este se fue acercando a su cuello, como dejaba besos que aspiraban a ser mucho más y como la preparaba para lo peor.

             —Je vous promets que le feu s'éteindra.

              Realmente Coralena creyó que moriría, es más, lo deseo intensamente. Ella creyó que el desconocido simplemente le quería dar una muerte digna, pacífica. Cuando sintió un gran dolor en su cuello, dos pinchazos que no eran simples pinchazos, supo que moriría.

               Sonrió, aceptando su muerte. Le sonrió a él y se acurrucó en su pecho. Recibió un abrazo luego de años de ser ignorada por su propia madre. Irónicamente fue el más cálido que conoció; el abrazo de la muerte.

𝐁𝐄𝐇𝐈𝐍𝐃 𝐓𝐇𝐄 𝐋𝐄𝐍𝐒𝐄𝐒 | Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora