39 | Burbujas aislantes

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✨️28 DE JULIO DE 2025✨️

✨️Sara✨️

La muerte jamás me había tocado desde cerca. Siempre que ha muerto alguien en mi familia es algún pariente lejano que no llegué a conocer y que por lo tanto no me importa sentimentalmente, pero esta vez es distinto.

Esta mañana cuando mamá llamó no supe como reaccionar, no le dije nada y simplemente le pasé el celular a Lucca que se encargó de contarle a Klara y contenerla mientras lloraba. Ni siquiera escucharla desarmarse en los brazos de Lucca me hizo reaccionar, es como si mi cerebro hubiera decidido desconectarse de mi corazón y meterme en una burbuja donde nada pudiera lastimarme. Incluso ahora aquí sentados en la funeraria todavía no termino de entender cómo es que esto ha pasado, en qué momento si hablamos la semana pasada y estaba perfectamente bien.

—Iré a buscar café para Evelyn —me informa Lucca dándome un beso en la cabeza—. ¿Quieres algo?

Alzo la vista hacia él lentamente y niego con la cabeza. 

—No has comido nada en todo el día, Sara.

Vuelvo a negar con la cabeza y centro la vista en el ataúd acomodado en el medio de la sala fúnebre. A su alrededor está lleno de flores de todos los colores que la gente del pueblo le ha traído y que pronto decorarán su lugar de descanso.

Lucca regresa revolviendo un café que le entrega a mamá y vuelve a sentarse junto a mi abrazándome. Me acurruco en sus brazos buscando que el latir de su corazón reemplace los llantos de las personas en esta sala, desde que llegamos es lo único que ocupa mi cabeza y ya comienza a abrumarme.

—Van a llevársela en unos minutos —me informa Lucca tomándome la mano—. ¿Quieres acercarte antes?

¿Puedo acercarme? ¿Soy lo suficientemente fuerte para hacerlo? ¿Voy a arrepentirme luego si no lo hago?

—¿Puedes venir conmigo? —lo miro a los ojos y por lo enrojecidos que están sé que ha estado llorando.

Sin embargo, no lo ha hecho frente a Klara, no lo ha hecho frente a mamá, menos fente a mí o a alguien de la familia. Lo ha hecho cada vez que dice que saldrá a fumar y regresa con la nariz roja.

Él asiente y se pone de pie caminando conmigo hasta el ataúd. Ver a la abuela tan pálida se siente como si me hubiera caído encima un balde frío de realidad y por primera vez siento una punzada de dolor en el pecho.

Por primera vez en las últimas diez horas logro sentir algo que no sea confusión.

La abuela tenía cáncer, se lo descubrieron a principios de abril cuando de la nada comenzó a vomitar sangre, fue a urgencias y resultó ser un tumor que le estaba comiendo los intestinos y todos los tejidos blandos de la zona. A ella no se lo dijeron, al tata mucho menos, solo fingieron que era una enfermedad común que pronto iba a pasar y sin embargo, terminó pasando esto. Fue un mes dificil, Klara, Lucca y yo viajábamos todos los fines de semana para poder verla y notar como cada día que pasaba ella iba empeorando y empeorando. A pesar de esto, la visita de la semana pasada fue diferente, había mejorado notablemente, el color le había vuelto a los labios y su piel ya no tenía ese tono amarillento señal de que su hígado no estaba funcionando bien. La esperanza nos invadió y creí que quizá...no sé, que quizá podía mejorar.

Cualquiera que la hubiera visto jamás hubiera pensado que unos días después íbamos a estar todos aquí listos para despedirla. 

—¿Qué tiene en la boca? —pregunto al notar la tela blanca que asoma.

—Sufrió un infarto intestinal, estaba sangrando y esa fue la forma que encontraron de pararlo.

No fui la mejor nieta. Nos peleamos muchas veces y discutimos muchas otras, pero la amaba y sin duda no va a ser lo mismo sin ella, la casa no se va a sentir igual y los primeros meses van a ser duros para todos.

Reconstruyendo las estrellas [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora