Sin mayores incidentes transcurrió la primaria, bueno, quizás existieron algunos, pero a lo que me rediero es a que ya no tuve problemas con mis compañeros, de hechos ellos eran algo raros: todos se la pasaban jugando mientras que yo trataba de deshilvanar los secretos del universo. Okey, yo era el niño raro y solitario que nadie pelaba ni para tratar de copiarle en los exámenes -tampoco fui el cerebrito del salón- pero a pesar de eso tuve buenos camaradas, aunque ninguno al que podía llamar amigo realmente, aparte de Jandy. Pero eso terminó al salir la educación básica, ya que al entrar a primero de secundaria conocí a Sergio; chico un poco más bajo que yo, piel moreno clara, cara redonda, ojos cafés y con un poco de acné en las mejillas. Él fue quien se convirtió en mi mejor amigo.
Coincidentemente quedamos en el mismo grupo y aunque al principio me cayó mal, poco a poco nos fuimos llevando mejor. ¿Por qué me caía mal? Bueno, porque parecía que no podía tomar nada en serio (cosa que es algo contagiosa ya que después era yo quien parecía bromear por las cosas más simples). Aparte de que me seguía mucho. No sé por qué, pero al parecer él disfrutaba de mi compañía. Bien dicen que a veces son los amigos los que nos escogen, y no nosotros a ellos.
Ya casi por terminar el año, estábamos Sergio y yo disfrutando de un rico lonche que habíamos comprado en un puesto de comida localizado dentro de la misma secundaria, a un costado de la puerta de ingreso, frente a las canchas de basquetbol. Lo recuerdo muy bien: era de carne molida bañada con una salda roja guisada, parecida a la manera en que se preparan las tortas ahogadas. Algo picante pero muy sabrosa. Lo vendían en una bolsita y escuchen, había reglas para disfrutar de esta comida: al principio, cuando el bolillo no está muy aguado, se comienza a comer todo en conjunto, después, ya que más o menos se ha devorado la mitad y, en general, la torta ya está algo blanda; de adrede se aprieta la bolsa con los dedos con la intencion de ir dejando lo más aguadito del lonche al final. Ya que terminaste con la primera pate es hora de lo más sabroso: cierras la bolsa con un nudo o la tuerces de tal forma que si la volteas no se tire el contenido, tomas la parte donde están los restos y, en el cono que se forma, le das una mordida y retiras el pedazo de plástico haciendo un agujero para así disfrutar de la carnita, el virote y la salsa que quedaron. ¡Delicioso!
Y como dije, ahí estábamos mi amigo y yo, sentados en las bancas frente a las canchas cuando en ese momento se acercaron Amanda (chica rechoncha y sangrona a más no poder, creída y teñida de rubio) y su inseparable Elena (también rechoncha, algo menos sangrona y de color de pelo natural: castaño). Dos chicas que, yo no sé por qué razón, basaban su eistencia en molestarme; especialmente Amanda quien era la que decía las cosas y Elena le seguía el rollo; lo malo es que, de paso, también se llevaban a Sergio entre las patas.
-Mira, Elena, huele a chiquero- dijo Amanda frunciendo la nariz y agitando la mano frente a su cara.
-Sí, es que por aquí deben estar comiendo unos cerdos- le siguió el juego su amiga.
-¿Comiendo? Más bien tragando.
Y así, se alejaron riendo. No supe qué que hacer más que agachar la cabeza y quedarme callado, pero Sergio las siguió con la mirada visiblemente enfadado.
-Malditas viejas; nomás vienen a jodernos la vida- refunfuñó mi amigo mientras tiraba al cesto de la basura los restos de la comida que había disfrutado.
-Es que ya sabes cómo son de sangronas- contesté mientras repetía la maniobra de mi amigo.
-Sí, y de taradas- me ayudó con la descripción.
-Lo gacho es que la cosa es conmigo y a ti también te toca.
-¿Y por qué te dicen cosas? ¿Fue tu novia, amante o de plano nunca le diste pa' sus chicles?
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Bástian: siempre seremos amigos
Romance¿Quien no ah tenido un amor inolvidable? La historia de Sebastián y Jandy, se conoceiron desde pequeños y veremos como se entrelazan los sentimientos años despues. una historia divertida llena de aventuras y algo de romance