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Lewandowski sabía que cortejar a un omega dominante era un trabajo duro

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Lewandowski sabía que cortejar a un omega dominante era un trabajo duro. Prácticamente Gavi tenía el carácter de un alfa, y nunca aceptaba una orden por más que lo viera necesario; pero también sabía que su naturaleza omega le permitía sacar hasta el lado más dulce y delicado que nunca imaginarías en él.

Por supuesto, de todos los lugares en donde el sevillano podría relucir esas dos características tan pertenecientes de sí, lo hizo a mitad de un partido contra Rayo Vallecano; uno que no estaba completamente perdido, pero tampoco encontraban el momento exacto de atacar.

Claro, hasta que el centrocampista más joven se motivó a hacerlo.
El omega sevillano dejaba su vida en la cancha, quitando la pelota, tomando el control de esta y compartiendo pases con todo su equipo hasta lograr tener cerca la portería ajena y anotar el gol que les llevaría al empate.
Robert admiraba desde lejos cómo el español pasaba por encima a los demás concentrado únicamente en el balón que manejaba habilidosamente por la cancha.

—¡Joder!— el quejido de su omega en el suelo fue en lo único que su alfa interno pudo prestarle atención; ni al bullicio, ni al árbitro, a él.

Pablo observaba desde el suelo con indignación cómo el árbitro pasaba por alto una clara señal de penal. Se sentía molesto, enojado de que siempre intentaran hacer lo que quisieran con él por su casta.
Por eso, cuando sintió los tironeos en su camiseta para levantarse y retomar el juego, al instante se levantó encarando al portero del equipo contrario, quien frunció el ceño por la casi intimidante mirada que era dedicada a sí.

—¿Y a ti qué te pasa, omega? Anda, ve a jugar de nuevo. — dijo el Alfa retomando su posición, pero al notar que el centrocampista se alejaba, dió un comentario para satisfacer a su orgullo herido por la actitud del más bajo:—O puedes volver a dónde perteneces, tu bonita cajita de cristal.

Gavi paró en seco en el camino directo a su pareja, quien junto a otros compañeros discutía agresivamente con el árbitro y el causante de la caída del omega, cuando esa provocación fue directo a sus oídos.

—¡Ven y dímelo en la cara, viejo bastardo!— gritó en respuesta el español, volviendo a esa misma área para defenderse de los comentarios de aquel hombre. —¡Acércate si no tienes miedo de que un omega cómo yo te patee el culo!

—¡Gavi, no!

el nombrado se quejó en medio de los brazos de su mejor amigo, que lo había sostenido haciendo uso de su fuerza cuando lo notó correr hacia el receptor de sus insultos. —¡Suéltame Pedri! ¡Le meteré una cajita de cristal por la tráquea!

 —¡Suéltame Pedri! ¡Le meteré una cajita de cristal por la tráquea!

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