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Las horas se hacían interminables en aquella cena que mi hermano había organizado en nuestra casa como un festejo más de la reciente victoria de la selección. Mi mirada buscaba sin descanso al único hombre que me interesaba y director técnico del equipo, Lionel Scaloni. Sabía que las probabilidades de que él apareciera eran casi nulas, no porque no quisiera pasar tiempo con sus compañeros, sino por mí.
Tan solo días atrás habíamos tenido una fuerte discusión, donde él juró no tocarme nunca más. Entendía sus miedos, pues 26 años eran los que nos separaban. Pero ninguno de los dos podía negar la química que existía entre nosotros, el innegable deseo hacia el otro. Y yo pensaba aprovecharme de eso, Scaloni me encantaba y no lo dejaría ir tan fácil. No luego de compartir intimidad más de una vez, haciéndome sentir como nadie pudo.
En cuanto todos nos sentamos en la mesa para disfrutar de la cena finalmente, el timbre resuena en todo el comedor. Mi corazón se acelera de solo pensar que podría ser quien yo creía y mis ilusiones no hacen más que ir en aumento cuando veo que tenía razón.
Lionel vestía una camisa negra, en conjunto de unos jeans del mismo color. Nunca se había visto tan atractivo desde que lo conocí y más ganas me dieron aún de cogermelo como ya había tenido la oportunidad de hacer. Lograba ponerme nerviosa con su sola presencia.
El hombre saluda de manera amigable a todos los presentes, quienes lo reciben alegremente. Pronto su mirada cae en mi y su expresión cambia en un segundo, pero tampoco se demora en disimular con una media sonrisa que me regala, la cuál le devuelvo.
Solo para su mala suerte, el único lugar libre era a mi lado. Sin otra opción, miro como él se sienta a mi derecha, evitando observarme más de la cuenta. Su fuerte aroma a perfume inunda mis fosas nasales, me encantaba lo varonil que resultaba ese olor y más viniendo de él.
Scaloni en ocasiones resultaba algo intimidante y esta era una de ellas. Su semblante serio y cierta tensión que emanaba, comiendo en silencio y aportando muy poco en las conversaciones. Quizá nadie lo estuviera notando, pero yo si, lo conocía lo suficiente como para saber que algo lo estaba teniendo intranquilo y sospechaba que se trataba de mi.
Pero la cena continúa de la misma manera por la siguiente media hora, tiempo en el que tuve que esmerarme como nunca para no dejar en evidencia mi gran atracción hacia él. Se me hacía casi imposible el no voltearme disimuladamente a mirarlo cada tanto, no todos los días tenía la dicha de verlo vestido formal.
Finalmente decido dar inicio a mi plan inicial, me había frustrado más temprano de pensar que no vendría y ahora que lo tenía al lado mío no iba a desperdiciar la oportunidad. Apoyo mi mano sobre su pierna, sintiendo como él se tensaba incluso más de lo que ya estaba. Ahora si me mira, como si me advirtiera que detuviera lo que pensaba hacer, pero era tarde para eso.
