JAT

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"Cuando Osiris subió al poder en el mundo de los muertos, la Duat, Anubis tomó un papel secundario, limitándose a embalsamar los cuerpos de los faraones, guiarlos a la necrópolis y cuidarla con su vida..."

Las mismas historias contadas por generaciones y en especial por aquel viejo testarudo, que solía recitar la misma frase cada noche entre libros empolvados de biblioteca, o al menos eso pensaba Jack Kiota al recordar la figura de su padre, mientras leía aquella misma frase en jeroglíficos en un libro prácticamente en blanco una y otra vez intentando encontrar alguna respuesta.

El chico de 24 años se encontró inquieto, mientras su mente viajaba a través de las páginas en blanco de aquel libro sin terminar, recordando aquel día en el que encontró aquella reliquia de 2500 años de antigüedad, pero sin ningún valor para estar en un museo o quizás si, en el museo de los descubrimientos más inútiles jamás encontrados un libro sin siquiera empezar, sin rastros de un posible dueño y con la típica frase cliché, con posibilidades de ser solo un fraude. Su mente viajaba entre recuerdos de aquellas arenas del desierto, el calor abrazador de más de 40° que se levantaba a sol de mediodía, una pequeña brocha y una carpa para cubrir la poca cordura que quedaba, guiado solo por la emoción de encontrar su primer hallazgo significativo en su juventud y por fin desligarse de la paridad que solían relacionarlo con su progenitor. Pero todo fue en vano, ya aquel libro se convertiría nada más que un artículo decorativo.

Lentamente, volvía a su realidad, sus ojos de color azul profundo se cruzaron con el centro de excavación que él y su equipo habían propuesto en días anteriores como una opción viable, tomar aire, respirar profundo y adentrarse al territorio del dios Seth, enfrentarse a las arenas del desierto con la esperanza como único motor para no desfallecer ante las adversidades tangibles que implicaba estar en aquel lugar. Pero esta vez el desierto fue despiadado, una bandeja vacía llena de polvo ante la mirada de decepción de aquel maestro, concluye aquella fatídica expedición y para Jack una pérdida de tiempo.

Sin embargo, la imagen de su profesor, no salía de su mente sus ojos fríos atravesaron su alma cuales dos cuchillos llenos de sal, como si ya lo veía venir y solo la expedición le reconfirmaría sus argumentos, ese tipo de cosas hacían simplemente enfurecer a Jack, odiaba darle la razón a ese hombre.

Aquel profesor era famoso arqueólogo de innumerables descubrimientos para la historia y principalmente reconocido por aportes a la egiptología era el señor Jacobo Tutmose un viejo que cruzaba ya por los 55, de pelo y barba blancuzca, ojos cimarrones y apariencia algo imponente, pero no de esa imponencia de esos hombres que se paran frente a ti y te provocan miedo, es más bien de aquellos que infunden respeto, que con tan solo nombrarle era suficiente para temblar la voz, un hombre honorable para la escuela de arqueología de la universidad de Jaén, al igual que un testarudo y malhumorado muy difícil de impresionar, se podía decir que algo egocéntrico en sus aptitudes profesionales, no bastándole que en la mayoría de museos de todo el mundo se exhiben sus descubrimientos, sin embargo como buen coleccionista decide dejar los mejores para él y exhibirlos en clase.

Un claro ejemplo es el reloj de arena del siglo 6 que encontró cerca de las provincias Arábicas, el cual usa frecuentemente en los parciales de final de semestre para calcular el tiempo que le lleva a sus víctimas o "queridos estudiantes" como prefiere llamarles, contestar el contenido de casi un libro completo de egiptología básica. Jack recordaba aquellos atemorizantes momentos mientras que un escalofrío recorriendo su espalda aquellos nervios provocados por los exámenes, eran tortura pura. A nadie se le ocurría ni siquiera levantar la mirada, incluso había muchos que aguantaban un estornudo para no incomodar la paz de la eminencia frente a ellos, solo podía escucharse en toda el aula el tenue caer de la arena de un recipiente a otro en el reloj.

La mensajera de AnubisWhere stories live. Discover now