ESPECIAL; JILIX & CHANMIN

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Con pequeños silbidos armonioso paseaba Felix en la oscuridad de la calle

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Con pequeños silbidos armonioso paseaba Felix en la oscuridad de la calle. Minho le había dicho que tenía un almuerzo con su jefa e hijo, así que probablemente no lo iría a ver esta tarde ni tampoco pasar la noche con él.

Últimamente su amigo se notaba más cansado de lo habitual.

Minho siempre había sido una esponja.
Recolectaba todo lo malo, hinchándose y cargando cada vez más peso, haciendo como si fuera resistente, como si con la más mínima presión el agua no escurriera.

Si era sincero; le preocupaba mucho su amigo.

Lo había visto en sus mejores y peores momentos, cuando triunfaba y también cuando caía. Lee era un terco por naturaleza, también era pésimo tomando decisiones, eso si no contamos en su manera tan poco forzada de considerar si quiera las más inusuales ideas.

Y eso nos lleva al otro punto.

Yang Jeongin.

Su capitán era la persona más dulce, adorable y comprensiva que había conoció –después de su Honnie, obvio–.

Pero dicen que las cositas pequeñas y suaves son las que más pinchan cuando están enojadas. Felix no podía estar más de acuerdo con eso.

Ver a Yang Jeongin enojado era un nivel siguiente al terror.

El equipo le tenía el debido respeto. –A veces lo molestaban, pero no se sobrepasaban– Al menos la mayoría; siempre había uno o que otra envidiosa.

El sonido inesperado de un claxon lo trajo de vuelta a la realidad. Observando como el auto corría a toda velocidad hasta perderse en la curvatura de la esquina.

Ya iban a caer las siete de la noche, así que apresuró su paso, no le gustaba estar afuera muy tarde, mucho menos solo.

Visualizó el cartel del minimarket a unos cuantos metros y suspiró, relajando los músculos que no sabía que tenía tensos.

—Felix, hijo. —Saludó la señora Han apenas entró— ¿Cómo está tú madre, querido?

Inconscientemente sonrió con ternura.

La señora Han era la dueña de esa cadena de Minimarkets ubicados en distintas partes de la ciudad. Pocas veces estaba en esa sucursal, mayormente él sabía que la señora –al ser mayor de edad– se quedaba en casa descansando.

—Buenas noches, abu, —corrió a abrazar a la señora—. La extrañé mucho.

La señora Han y su difunta abuela eran amigas, siempre iban juntas a tomar té o se quedaban hasta tarde viendo el programa de los concursos y las noticias. Luego del fallecimiento de su abuelita la señora Han se volvió aún más especial para él, y sabía que de alguna manera la señora Han también lo veía como un nieto.

—¡Oh mi pequeño solecito, estás tan grande hijo! —le acarició las mejillas—. También te extrañé mucho, un día de estos te iré a visitar. Espero tú madre no esté tan metida en el trabajo, ya le di una charla la vez pasada.

      ᥫ᭡ 𝐒𝐀𝐋𝐓𝐀 𝐒𝐎𝐁𝐑𝐄 𝐌𝐈́ !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora