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Murmullos y murmullos rodeaban al cuerpo del hombre que salía impasible por las puertas del juzgado del distrito de Osaka. Flashes de cámaras, reporteros y micrófonos le eran indiferente; sólo las ganas de estar en casa era lo que le movía a mantener los papeles. Algunos reporteros eran levemente empujados por los guardias de seguridad que custodiaban el juzgado, siendo ayudados, asimismo, por los escoltas del boxeador.

Un enorme Mercedes-Benz GL450 negro estaba esperándole aparcado junto a la acera, tan brillante como imponente bajo las luces tenues del sol. Cuando ya no hubo bloqueo de masas, el trajeado entró en el coche y se acomodó en la parte trasera del mismo, quitándose las gafas de sol con cierta pesadez sin despejar la seriedad de su rostro. Resopló y echó la cabeza hacia atrás mirando al techo con un peso menos sobre sus hombros. Ya era libre después de dos años de encarcelamiento injusto y por fin podría regresar al octágono del cual había estado alejado tanto tiempo.

―Nos alegra mucho tenerle de vuelta, jefe ―dijo uno de sus escoltas de pelo largo al volante―. ¿Dónde quiere que le lleve?

―A Gaienmae ―dijo escueto.

―¿A Gaienmae? ¿Por qué ibas a querer ir a ese sitio? ―Preguntó un hombre de pelo corto que se sentó a su lado.

Vestía un traje color carmín y llevaba puestas unas gafas de media luna, dejando ver sus avellanados ojos azules.

―Mi hijo.

―Oh, el pequeño Goten… —Susurró el hombre—. ¿Acaso está esperándote, Gokū?

—Sí.

—¿Te toca estar con él? —El nombrado asintió—. Vaya, qué coincidencia.

—Arranca de una puta vez. Odio llegar tarde a los sitios, y con este puñetero juicio ya se me ha echado el tiempo encima —dijo Gokū al chófer de pelo largo con voz intimidante.

Éste, ante la explícita orden de su  jefe, puso en marcha los motores del SUV escuchándose un imperioso rugido que le declaraba la guerra al bullicio de la calle y a los irritantes reporteros.

El de cabellos erizados bajó la ventanilla de su lado, divisando la ciudad que permanecía serena a su paso. Sus mechones se movían al son del suave viento, dejando que los leves rayos solares impactasen en sus cabellos para que sus reflejos azulados hiciera acto de presencia. La música que era emitida por la radio estaba en bajito pero la distinguida voz de Adam Levine le trajo sin cuidado el volumen de la misma, pues Payphone se colaba triunfante por los altavoces del auto.

Gokū siguió el ritmo de la canción con su pie derecho dando leves toquecitos al suelo. Quedó inmerso en los edificios de Osaka mientras pensaba en su hijo de tres años recién cumplidos; un pequeñín al que, por desgracia, no vio crecer desde su primer año de vida.

—Katayude, ¿cómo ha estado?
El de pelo negro repeinado le miró extrañado mientras cruzaba una pierna.

—¿«Cómo ha estado» quién?

—Goten.

—Bueno…, sabes que desde que ChiChi tiene al niño poco hemos tenido contacto con él. Ella decía que no quería ningún tipo de relación con nosotros hasta que salieses de prisión —explicó el jovial representante del boxeador—. Lo único que sé es que ha sido su cumpleaños hace poco y le hemos regalado un coche eléctrico en tu nombre.

—Joder, ¿qué marca le habéis regalado? —Cuestionó el chófer con total confianza.

—¡Pues qué va a ser, hombre! Un Mercedes como el de su padre —Espetó Katayude con orgullo—. Oh, déjame decirte, Gokū, que el niño es una monada.

Heal Me [Kakavege Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora