Naces, creces, en tu infancia tu padre te pega y en tu adolescencia te viola, te reproduces con una chica que viste guapa, la amaste hasta que se separan, no te deja ver a tu hijo y luego ella huye de la ciudad y no vuelves a saber de ellos, sigues creciendo, te vuelves alcohólico, luego drogadicto, mendigas por las calles, quieres ayuda, tus hermanos no te apoyan y tus padres se burlan de ti cerrándote las puertas. Envejeces más, te internas en alcohólicos anónimos, tratas de reivindicar tu vida, trabajas, te enteras de que tu padre murió de sida, buscas a tu madre, te rechaza, pero eres su hijo y en algo te tiene que apoyar, te da un cable para que le quites el cobre y lo vendas, envejeces más, estás solo, sin amor, sin amigos, sin hijos, tu única mascota lo atropello un carro, ves el calendario, 13 de octubre, cumpleaños de uno de tus hermanos, el hermano que vio como tu padre te violo y difundió el rumor por toda la escuela obligándote a abandonarla a temprana edad, le llamas desde el teléfono de la oficina de alcohólicos anónimos, ¿Cómo has estado, Eduardo? Feliz cumpleaños, le dices, ¿Ángel? ¿Eres tú, mendigo maricón?, Te responde, piensas que es mejor colgar, la humillación ya fue bastante, Hoy te daré un gran regalo, concluyes y cuelgas el teléfono. Dan las 11 de la noche, tomas el cable que tu madre te dio y lo atas en la viga que sale levemente en tu cuarto, siempre te faltó disciplina, más no ingenio. Haces un nudo al rededor de tu cuello, inhalas tíner hasta que pierdes el conocimiento, el cable se tensa, 11:22, aún es el cumpleaños de tu hermano, ya no importa, siempre fuiste el maricón para él y el desgraciado, vividor, sin futuro, el vago, para el resto de tu familia. Mueres. El ciclo de la vida concluyó ¿Qué hay de malo en ello? Fuiste el único hijo no deseado con una muerte prevista por tu familia. Incluso tu familia tuvo más empatía por tu hermano Hugo que estuvo en la cárcel por violar a su hija que por ti, cansado de una vida solo, sin amor, sin familia. Hasta tus pequeños sobrinos te rechazaban por oler siempre a cigarros, café y sudor. ¿Quién estará en tu funeral? ¿Quién llorará? ¿Quién reirá? No importa, no estarás para verlo. Idiotamente, muchos pensarán que pudiste haber luchado más por seguir con vida, que fuiste muy cobarde y tonto para el mundo de los vivos. Sin embargo, hoy en tu funeral, hay un pequeño joven de 13 años viendo un ataúd donde te encuentras recostado con traje y marcas de la biopsia en tu cuerpo. No entiende por qué la gente se acerca al féretro y observan cómo si de un recipiente vacío se tratara. ¿Qué relaciona al pequeño joven con tu vida extinta por mano propia? Más allá de que ambos eran fieles lectores de Kafka y de que los dos cumplían años el mismo día, 24 de octubre, los unía el mismo pensamiento de salida de la vida a un estado onírico permanente, el suicidio. Siempre viste a tu sobrino como un joven alegre con una madre que no perdía la oportunidad para sacarlo adelante. No tenía padre y en un arranque de valentía y euforia te ofreciste a ser la figura paterna de aquel muchacho que reprobaba matemáticas. Imaginaste un "sí" cómo respuesta y toda una vida de agradecimiento y plenitud. Supondrías una vida más alegre y llena. Fuera de vicios absurdos, de un pasado borrado. Pero siempre somos responsables de los actos de los demás hacia nosotros y de lo que hacemos nosotros con eso. Naciste en un mundo ya construido y te reprochan cómo si tú lo hubieras creado. No lograste ser la figura paterna de aquel joven. Su madre, o tu hermana, te maldijo de acuerdo con los parámetros de las ofensas mexicanas. Le dio el papel de padre a otro de tus hermanos, Ernesto, el menor de todos ellos. Lo comprendiste, siempre lo viste como el mejor de todos ustedes. Disciplinado, inteligente, fuerte, audaz. Fue paracaidista en la milicia y maestro de natación en 3 escuelas. No reprochaste la decisión de tu hermana, la entendías, pero, ¿Eran necesarios los insultos?
4 días antes de tu salida de este mundo, hablaste con ese joven de cabellos negros y ojos serios. Le propusiste ser su maestro de matemáticas aprovechando la información que tenías acerca de su anormal falta de entendimiento por las ciencias exactas. Él aceptaría sin ganas. Dijo sí por qué la pena de rechazarte le parecía inconcebible. Lo sabías, los adultos saben la verdad aunque esté disfrazada con la cara de inocencia de un niño. Aprovechaste la oportunidad y las pastillas de antidepresivos, que le robaste a uno de tus colegas de alcohólicos anónimos, para decirle a aquel joven que lo querías, que la vida no fue justa contigo, pero que estás seguro de que a él le pintara mejor cara aunque los humanos son desagradables con las almas nobles. Notaste un poco de aburrimiento en la cara de ese joven aunque no lo sabías del todo. Quisiste llegar al grano diciéndole que lo querías como un hijo y que esperabas una reciprocidad al querer que ese joven te quisiera como su padre. Te sorprendió saber con qué frialdad y dureza puede hablar alguien de su edad cuando te dijo que no te necesitaba ni a ti ni a ninguno de tus hermanos como padre y de necesitar a un padre, el último serías tú, hombre al que apenas y conoce. Lo entendías, pero como siempre, ¿Era necesaria tanta crueldad? Tenías esperanzas de tener una vida como padre, fuera de todo vicio, pero en su lugar confirmaste que nadie te necesitaba, por lo cual, tu partida era inevitable. ¿La vida te preparo para el dolor o para el rechazo? Tú nunca supiste soportar ninguna de las dos, aunque en la soledad de un cuarto alejado de todo rastro humano se te hacía más liviana la vida.Siempre cargabas con tu estuche de herramientas, listo para cualquier trabajo, pero también intercambiaste varios martillos y desarmadores por una buena cerveza, tíner y unos cigarros. Pero las herramientas que te sobraron, las utilizabas para reparar lo que sea, sobre todo el refrigerador de tu madre y ella te pagaba con unos jitomates partidos en cuatro con sal y limón. Tu manjar favorito. Solo en los momentos que te necesitaba tu madre te sentías querido y agradecías ser el único en la familia que había tenido un trabajo donde te enseñaron a reparar refrigeradores. Tu conocimiento siempre fue amplio. Alguna vez, cuando estaban construyendo un cuarto en la parte superior de la casa de tu madre, viste los planos de lo que se estaba haciendo y viste las medidas mal, los materiales de segunda y un gasto tremendamente innecesario. Tú nada más construiste todo lo que estaba en los sueños de tu madre. También pusiste tuberías, el baño, la regadera y todo el paso de corriente y tomacorriente. Y tu madre únicamente te dio alojamiento en lo que terminabas el trabajo, también te dio comida y jitomates. Siempre te gustó trabajar poniendo a The Beatles sobre todo "love me do" canción por la cual aprendiste a usar la armónica. Canción que también el joven de 13 años pondría en tu funeral.
Nadie comprendía mejor tu vida que tú. Una vez tu madre te diría que tú no estabas hecho para este mundo y fue la primera vez que pensaste en suicidarte. Después de eso, fue costumbre la idea de acabar con tu vida. Raras veces tenías la esperanza de ser invitado a alguna reunión familiar o cena navideña. Anhelabas que se celebrará tu cumpleaños junto con el de tu joven sobrino. Sobra decir que nada de esto se cumplió. Todos tus hermanos se juntaban y celebraban juntos, menos tú. Después de que dejaste la casa para irte a ganar la vida y perder en el intento, nadie más te volvió a buscar. Creíste que te querían a su manera, pero nadie llora hoy tu ausencia.
Eran las 12:45 cuando tu joven sobrino le pidió a su madre, tu hermana Carmen, un plato de sopa de papas. Cuando se lo sirvió y se disponía a recostarse en su cama para descansar, tu hermano Hugo le marcaría en busca de tu madre. Sin embargo, Carmen tomaría el mensaje con cierta preocupación. Carmen confiesa que solo podía recordar los buenos momentos que ustedes vivieron de niños, pero rápidamente recordó lo malo. El día que quisiste ser mi padre. Entonces a Carmen se le hizo más soportable tu muerte y hasta indiferente después de 2 días. A tu madre, por otro lado, le sorprendió tu muerte, pero 4 años antes había confesado que solamente esperaba el día en que marcarán avisando de tu decisión. En esa misma noche, la del 13 de octubre, todos mis tíos no acudieron a ver tu cuerpo, o tan siquiera a ver si realmente estabas muerto. Todos acudieron a ver a tu madre. Ella, ante la ignorancia de tu deceso, se emocionó de ver a toda la familia reunida. Tus hermanas Susana y Carmen, tus hermanos Ernesto, Hugo y Eduardo. Todos estaban ahí, sin embargo, tu madre no notó tu ausencia. Sorprendida pregunto el motivo de celebración. Ernesto le dio sus pastillas del corazón y la presión mientras tomaba asiento al lado de tu madre. Carmen le pasó un vaso de agua, Susana le acariciaba la espalda, Eduardo, inmóvil en la postura que tomo, se negó a hablar y a verla a los ojos mientras Hugo, en cuclillas y apoyando sus dos manos en las rodillas de su madre le decía que uno de tus colegas había ido corriendo a avisarle que te habías colgado. Tu madre no quiso ni preguntar con qué te habías ahorcado. Ya lo sabía. Se sintió culpable y eso fue lo que más le dolió. Cargar con la culpa es peor que soportar la muerte de un hijo, pensó tu madre. En este momento, en tu velorio, tu madre llora la culpa que siente aunque apenas y se ha acercado a tu caja mortuoria. Tu hermano Ernesto es una piedra, no lloro, ni hablo de ti. Tu joven sobrino le pregunto a Ernesto si estaba triste. Tu hermano no supo que contestar a la pregunta tan directa de un niño, pero supo que lo correcto fue decir que sí.
Por quinta vez, tu joven sobrino se acercó a tu ataúd y notó el inusual aroma que tu cuerpo tenía a bálsamo. A espaldas de tu sobrino se encontraba tu hermano Hugo abrazando a tu madre mientras le decía "hay que aceptar que Ángel ya no está. Que está muerto. Así como aceptamos que en vida no hacía nada de provecho, así hay que aceptar que ahora está muerto." Tu joven sobrino no pudo sino sentir enojo. Pero ¿Quién es tu sobrino? ¿Será, acaso, el único que te quiere en este momento? Bueno, tu joven sobrino soy yo y no, no te quise, pero siempre traté de comprenderte. Comprender tu decisión y ¿No es acaso el mayor acto de amor? No juzgarte, sino querer entender. ¿Cuántas veces no le contaste a tu madre tus planes? Querer trabajar, rentar un cuarto, rehacer tu vida fuera de todo consumo de drogas y ¿Qué te respondía ella? Primero sé feliz y luego te engañas diciendo que mejorarás tu vida. Luego, si quieres, ven y cuéntame tus mentiras, te decía. No tiene que ser engaño todo lo que uno sueña. Ahora lo entiendo, pero todos somos propensos a fracasar, pero, mientras tengamos vida, cualquier intento de darle sentido, o darnos a nosotros un sentido en la vida, cualquier intento es una buena razón de vivir.
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La Noche que la luna me siguió a casa.
Roman pour Adolescents¿Que hay detrás de un suicidio?¿Cómo afecta la muerte de una persona a la familia que nunca lo quiso?¿Hay más razones para morir que para vivir? Son preguntas que se hace el joven protagonista de esta historia. Novela reflexiva dónde Angel, el tío...