19. Representación.

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Ambos observaban a Marinette desde lo alto. La chica de ojos azules acababa de llegar al baile de fin de curso. Trataba de fingir que se encontraba bien pero no era un secreto para nadie que la partida de Adrien a Londres le había dejado el corazón roto a cachitos.

—¿Estás segura de que...? —empezó a preguntar Argos.

—Yo tampoco podía creerlo... Pero es la única explicación posible.

Kagami recordó por un segundo aquella ocasión en la casa-bote los Couffaine cuando descubrió por accidente la doble vida de su amiga.

—¿Crees que es de fiar? —cuestionó Argos una vez más, echándole una mirada exigente a la chica en cuestión.

—Ella es mi amiga —le contestó Kagami a sabiendas de la poca confianza que él le tenía a Marinette—. Y tampoco es como si tuvieramos otra opción.

Ambos se tomaron de la mano al mismo tiempo. Kagami pareció sorprenderse mientras que Argos sonrió de lado, complacido por las casualidades como esas.

Apartaron la vista de Marinette para mirarse el uno al otro.

—Mi madre y Gabriel Agreste nunca nos permitirán amarnos libremente —aseguró ella con un suspiro de cansancio—. Solo Ladybug puede ayudarnos.

Argos la contempló por un segundo. Entendía esa emoción, Kagami estaba harta de no poder tener una relación normal. La entendía porque para él era igual, se sentía sofocado de no poder estar con ella libremente. No estaba bien siempre tener que verla a escondidas por culpa de Tomoe Tsurugi.

Le sonrió, brindándole una mirada llena de cariño y comprensión.

La amaba.
Mucho.

Estaba dispuesto a dejar de lado su disgusto contra Ladybug si eso les servía para estar juntos sin ningún problema de por medio. ¡Demonios! Él haría lo que fuera por Kagami, todo lo que ella le pidiera.

No sabía que era lo que le estaba haciendo para que sintiera la necesidad de hacerla feliz y cumplir todos su deseos siempre. Pero realmente la adoraba con locura, era el más agradecido por su existencia.

La atrajo tomándola de las manos para poder darle un beso. Sintió sus labios, cubiertos por un poco de bálsamo labial con sabor a melocotón. Era dulce y perfecta. Su perfume inundó sus fosas nasales por la cercanía.

Hubiese querido tener un poco más, pero el plan era lo primero en sus prioridades. En esta ocasión las responsabilidades iban antes. Se forzó a sí mismo a alejarse, dejando el beso en una categoría inferior.

Le dedicó una última sonrisa antes de bajar desde donde se encontraban.

A Kagami la dejó allí con una expresión indescriptible y sin reaccionar por un minuto. Hasta recordar que estaba de vuelta en París por una razón de fuerza mayor y que tenía que ponerse en marcha.

La primera fase del plan era atraer a Marinette, tal como se pesca un pez en un río. El anzuelo sería Adrien, o más bien Félix luciendo como Adrien. No resultó difícil pues lo persiguió casi a trompicones.

Requerían hablarle en privado. Habían muchas verdades que la superheroína de París debía conocer cuanto antes.

Sin embargo, cuando la pobre chica no encontró a Adrien y en su lugar vió un retrato de ambos juntos en una salida que tuvieron una tarde reciente al Jardín de las Tullerías, no pudo seguir fingiendo estar bien. Se echó a llorar en la sala de arte del colegio como si estuviera recibiendo el impacto de mil rayos directos a su corazón.

—Adrien... —balbuceó con la voz rota.

Todo su cuerpo temblaba mientras dejaba escapar algunos sollozos. Sus lágrimas eran tan pesadas que caían cada vez en más cantidad, como si la gravedad las empujara desde sus ojos. Estaba llorando por amor.

Ma reine ♡ FELIGAMI ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora