Capítulo 3: Segunda parte [de un triste recuerdo]

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(Continuación)

Me encontraba echada en mí cama, con cero ganas de levantarme, pensando qué será de mí. A los dieciséis años no sabía que hacer con mi vida amorosa, no sabía que haría con Leo, no sé si me gustaba o era mera confusión. Estaba tan preocupadísima de perder nuestra amistad en vez de vivir el momento, y lo peor era que no podía dejar de pensarle. No sabía qué hacer, cómo reaccionar. Ya sé que quizás para algunos es bastante simple, pero para mí no, para mí el noviazgo, pololeo o el ser algo más que amigos conlleva una gran responsabilidad, y lo peor de todo es que yo no tenía experiencia  en eso. Nunca antes, ni en mi vida anterior (haha) había tenido pololo, ni alguien a quien yo le gustara, bueno, de eso no estoy tan segura, siempre hay el típico niño que te mira siempre, que es medio raro y volá, para mi mala suerte, sí, había un niño así en mi curso. Y para mi mala suerte yo le gustaba al niño ése. ¿Que cómo supe que yo le gustaba? las típicas compañeras metiches del curso siempre lo descubrían y te lo decían, si a ti te gustaba alguien ellas mágicamente lo sabían y luego te molestaban, y así era como te enterabas. Habrán sido unas 2 veces que le he "gustado" a niños en la enseñanza básica, ahora que me encontraba en la media tan solo 2 niños se me habían declarado, un amigo en segundo medio; que según él fue confusión, y ahora en tercero, mi mejor amigo. Pero la verdad es que no me fío, sea quien sea que te diga que le gustas, no debes creerle, a veces es tan sólo uno más de sus jueguitos y eso fue exactamente lo que me pasó en primero medio. 

Había conocido a un niño, que para mi suerte no era de mi curso, sino de otro, nos hicimos amigos  gracias a nuestros amigos en común, así que era fácil verlo en los recreos. Siempre bromeábamos y cuando comenzamos a conocernos más decidimos salir —como amigos, obvio—, salimos cada semana, no importó si era a una plaza a conversar o ir al cine, la pasamos bastante bien. Un día de invierno, exactamente en julio, me invitó a salir a comer pizza junto con nuestros amigos. Yo acepté y me vinieron a  buscar. Nos fuimos a PizzaHut y encargamos la pizza para servir. En eso estábamos todos sentados, esperando la pizza y de tanta espera, llegó. Todos mis amigos reían y yo tonta, no sabía por qué. La cosa es que alguien abrió la caja y en ella yacía un papelito pegado: "¿Quieres pololear conmigo?", y la verdad es que yo no entendía nada, no cachaba porqué tanta expectation. Una amiga me dijo "Adivina para quien es" y yo seguía sin entender —sí, bastante lenta—, el niño del cual hablaba anteriormente, me dio la mano y después me dijo: "así como leíste, ¿querí pololear conmigo?" y yo quedé shockeada. Finalmente dije que sí, porque él me gustaba, me encantaba. Y así como un tren tiene su fin, aquella relación tuvo un fin. Y para qué mentiré, fue súper fome como terminó, como terminamos, odiándonos. Todo había sido tan lindo, onda, claro está que no éramos la pareja perfecta, ni la típica pareja, éramos sencillamente "nosotros" y en nuestro mundo no había lugar más que para nosotros. Siempre salíamos a caminar, nos juntábamos y hacíamos locuras, cocinábamos y nuestras comidas siempre terminaban quemadas. Yo lo quería, y según él también me quería. Teníamos gustos en común, bastantes. Yo quizás estaba enamorada. Un día pasó que no hablamos. Suena duro y frío el cómo lo relato, pero es que fue así. El último mensaje "normal" por parte de él, fue en la madrugada, me preguntaba si me había quedado dormida, y efectivamente había sido así. Al despertarme, le respondí que yo lo sentía por haberme quedado dormida. El no me contestó. No estaba conectado. Pasaron horas y no se conectaba. Lo llamé, le mandé SMS y fue en vano. Pasaron hoooooras y recién se conectó y me llamó; me dijo que necesitábamos hablar. Mi cara en ése momento fue una cara impactada, atemorizada y apenada.


— ¿Aló? Isi, ¿estás ahí? —preguntó mediante la línea telefónica, su voz se escuchaba triste y cortante.
—Eh sí, ¿qué pasa? —contesté tímidamente.
—Sabes..., que necesitamos hablar —dijo con un hilo de voz.
— ¿Te pasó algo? —Añadí triste.
—Sí. ¿Puedes ir a la plaza un ratito? —Volvió a preguntar con un tono cálido, tierno.
—Yap —contesté.
—Te espero ahí, te quiero.
—Yo igua...—Sonó el pitido anunciando que la llamada había finalizado.
Me puse un polerón que me había regalado él y ni me miré al espejo, salí de mi casa y dirigí mis pasos a la plaza dónde nos juntaríamos...
Cinco minutos y llegué, él estaba sentado en el pasto, me observó, sonrió y se paró.
—Hola —dijo con una sonrisa sincera.
—Holi —añadí preocupada.
—Ehm, ¿sentémonos? —Sugirió él.
—Dale —nos sentamos frente a frente—. ¿Qué te pasó Gus?
—Antes que todo, tienes que saber que te quiero, te quiero demasiado y estoy enamorado de ti, y sé que soy pendejo por afirmar eso, pero yo lo siento así, siento que te amo y demasiado. Por eso mismo decidí decirte lo siguiente...—pausó, tragó saliva y continuó—, yo, yo hice una hueá.
—Me estás empezando a asustar. ¿Querís tirarla porfa? —Dije a punto de llorar.
—Hoy, me junté con los niños, ellos se tomaron unas cervezas y te juro que no tomé nada. Peeero, llegó la Valentina y me ofreció pito, me pegué una pitiá no más, lo prometo. Andaba medio volado y nos besamos —explicó, unas lágrimas se escaparon de sus ojos.
Comencé a llorar. Agaché la cabeza, cubrí mis ojos con mis manos y traté de contener mi llanto.
—Isi, lo siento, de verdad, sé que la cagué, te juro que a penas recobré el sentido, nos separamos. He estado toda la tarde llorando, te amo tanto, no quiero perderte. —Sollozó—. Tenía que decírtelo.

—Gustavo, yo-yo te quiero. Y me duele que me hayas hecho esto.

—Te juro que no hay ningún sentimiento involucrado por parte mía, por favor no nos separemos por esto —sus lágrimas caían con aún más velocidad que antes.

— No sé Gus, no sé. No sé si creerte o no, antes fueron pololos, y, bueno, ¿cómo puedo saber yo que ninguno de los dos sintió nada? —Dije cuestionándome aún más. 

—Mis lágrimas son reales, ¿quieres creerme por favor?

—Adiós. No tengo ganas de hablar contigo, chao —añadí y salí corriendo como más pude, no tenía un destino, simplemente corrí y corrí, sabiendo que él no me seguiría. 

Después de la estúpida conversación, que no sirvió de nada, él no me llamó más durante tres días. En ése período, yo estuve llorando todas las noches, recordándolo como mi primer amor. Él no le importó nada, al principio me hizo creer que íbamos a regresar, pero desde aquel día que él me contó eso, no llamó, no me mandó mensajes, y lo único que hizo fue subir una foto a Instagram de él y su ex. Además su estado en Whatsapp era obvio que no iba para mi. Qué decepción más grande. 

Pasaron como 3 semanas y él recién contestó mis mensajes. Lo típico: "perdóname, sé que lo hice mal", "porfa perdóname", "lo siento, yo te amo", y estupideces de ése estilo. Siempre lo mismo. La gente pide perdón cuando el daño ya está hecho. 


Sin TítuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora