×Día 2×

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Ya habia pasado un día desde que Horus y Seth prometieron recorrer la travesía del Dios de la guerra juntos. Seth se encontraba comodamente sentado al lado de una gran roca, que de paso le hacía sombra del sol.

Había mandado a Horus a buscar su antojo mañanero, que hacía tanto tiempo no podía cumplir. Un gran plato de lechugas frescas y jugosas. Aunque le hacía ilusión la idea de que Horus realmente le trajera sus lechugas, sabía que lo más probable era que el halcón no pudiera cumplir su capricho, lo que seguramente lo haría sentir impotente. O aún mejor, podría perderse en el vasto desierto. Aunque esto era menos probable que recibir sus lechugas.

Con todo esto, Seth quería borrar la estúpida sonrisa arrogante (según él) que tenía el Semidios.

Le había dado un lapso de dos horas para poder traerle unas muy deliciosas lechugas. Estaba contando el tiempo en su mente, y ya casi pasaba el tiempo prometido.

-"¡HORUUS! ¡TE QUEDAN DOS MINUTOS!"- Anunció el Dios con una sonrisa de victoria en su rostro.

No hubo respuesta. Era de esperarse, el único capaz de hacer tal tarea era Seth,  quien conocía el desierto como la palma de su mano. Obviamente necesitaba de sus poderes divinos para controlar la arena y movilizarse a toda velocidad, sino sería inútil.
Ahora faltaban cinco segundos.

-"¡CINCO!"-Comenzó a gritar Seth-"¡CUATRO!¡ TRES! ¡DOS! ¡UN-"-

-"Tío"-

-"¡¡¡AHHHHHHH!!!"- Seth se habia asustado por la repentina aparición de su sobrino.

Cuando se dió cuenta, Horus sostenía un plato lleno de lechugas. Eran perfectas. Tenían un tamaño prominente y abundante agua en su superficie. Brillaban con elegancia y olían como el nilo en primavera. Su color verde no era ni muy suave ni muy intenso, y con solo verlas se notaba lo crujientes que eran.

-"¡T-tú!"- Seth no sabía como responder.

Por un lado, sus planes de cagarle el día a Horus se habían arruinado. Pero por otro, ¡LECHUGAAS! Hacía ya tanto tiempo que no probaba ese delicioso manjar.  Casi se le escapa una lágrima de la emoción, pero la contuvo para que Horus no viera ese lado de él.

-"De nada, tío"- Para Horus, Seth era como un libro.

Era fácil de leer, sabía lo que pensaba a cada rato. Sabía porque su tío lo había mandado a buscar lechuga, y sabía como se sentía Seth en el fondo en ese momento.

-"Realmente eres un inútil"- Dijo Seth enojado.

-"Pero tío, traje tus lechugas"- Replicó Horus.

-"Dámelas"- En un movimiento rápido, Seth le quitó las lechugas de las manos a Horus, y comenzó a comerlas.

El halcón se limitó a sonreir. Sabía que, de cierta forma, su tío estaba agradecido con él. Pero nunca iba a expresarlo por una cuestión de orgullo.

~100 días junto a tí~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora