Animago

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Saliendo de unas clases, Sirius vió a Remus caminando por los terrenos del castillo y, a decir verdad, parecía cabizbajo y un poco desanimado, quiso acercarse y preguntarle que tenía, si podía ayudarle en algo pero presentía que el chico pretendía estar solo, algo le decía que no era un buen momento para acercarse, pero... Tenía que acercarse.

En un momento a Sirius le pareció que Remus sabía que lo estaban siguiendo por lo que se ocultó detrás de un árbol de tronco grueso y se transformó en un gran perro de oscuro pelaje, Padfoot.

Al principio eso de convertirse en animagos había salido como una broma pero luego de enterarse que la profesora Macgonagall era una animaga, la idea le pareció más que increíble además de que en cualquier momento de emergencia, podría ser de ayuda e incluso si era magia muy avanzada para ellos no sería nada. Eran los magos más poderosos y siempre terminaban logrando lo que se proponían.

En su forma animaga comenzó a seguir al chico hasta que este desapareció detrás de un arbusto. Comenzó a olfatear un poco y en definitiva pudo reconocer algo de tristeza y cansancio, su corazón se estrujó un poco en pensar en Remus estando triste por lo que decidió actuar con un poco de cautela y acercarse de a poco.

Al meter la cabeza en ese pequeño arbusto que simulaba ser un pequeño escudo del mundo exterior, encontró al chico sentado con sus largas piernas dobladas y mirándolo con atención y curiosidad, sus ojos avellanas estaban grandes y sorprendidos. Al entrar por completo sintió al chico tensarse por lo que se sentó y ladeó un poco la cabeza, preguntando:

" ¿Qué te sucede?"

James y Peter hubieran entendido, tenían ya bastante tiempo con Padfoot para entender su lenguaje pero claramente Remus no iba a entender su gesto aunque de alguna manera funcionó porque el chico le regaló una hermosa sonrisa que lo hizo ladrar de emoción y menear su cola de felicidad y, lentamente, se acercó más a Remus.

Sirius realmente no podía creer lo lindo que era por lo que no podía dejar de mirarlo, le era imposible. Su corazón comenzó a acelerarse cuando vió que Remus se disponía a acariciarlo. Con amabilidad Remus acarició su cabeza y una tierna sonrisa adornó sus labios, su mano viajó hasta su cuello, Sirius supuso que buscando algún collar pero este perro no tenía dueño... Aún no.

Al no encontrar algún collar lo miró con curiosidad, quizás tratando de ubicarlo, pero se rindió y se recostó del árbol para comenzar a leer el libro que había dejado olvidado. Sirius con un poco de valentía se acostó apoyando su cabeza en las piernas del chico quién le volvió a sonreír, parecía encantado por su comportamiento y Sirius, de haber estado en su cuerpo humano, hubiera suspirado de alivio.

Lo mejor fué que pudo compartir toda una hora a su lado. Remus leía y lo acariciaba mientras el dormitaba.

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