En un mundo rúnico

Capítulo 1: Comienza un nuevo viaje

-Hace tiempo, mucho mucho tiempo, mucho antes incluso de que las grandes naciones dieran sus primeros pasos, éste mundo sufrió uno de los acontecimientos más devastadores que os podáis imaginar. Runaterra,..... después de su origen fue sacudida por una guerra de tales proporciones que hizo temblar el mundo y las columnas que sostenían los cielos.

Los hombres, así como otras especies inteligentes, dominados por sus emociones más oscuras, buscaron masacrarse entre sí como perros rabiosos. Ansiosos de poder, cada uno de los cacicazgos tomó las armas para erradicar a los demás, seguros cada uno de ellos que luchaban por un causa justa y que los dioses estaban de su parte. Ese error de juicio fue lo que costó tantas vidas, pero.....aun se pondría peor.

-¿y eso? ¿Qué hicieron después?.

-Después.....los magos más poderosos de cada uno de esos reinos dieron con lo que consideraron como la solución definitiva. Encontraron gracias a pistas y documentos aun más antiguos, aquellos objetos que dieron forma a nuestro mundo, reliquias extraídas de la mismísima forja cósmica. Se trataba de más ni menos que de las runas geogénicas, fragmentos del estallido de la creación, formas de magia pura condensada que dieron forma a la realidad.

-¿y....que podían hacer esas Runas?.

-Las runas llegaron a manos de los hombres en su estado primigenio. Con ellas, la humanidad hubiera podido progresar enormemente, pues su magia podía aplicarse a todos los aspectos positivos de la vida, como por ejemplo, hacer fértiles campos yermos, cambiar el paisaje para hacerlo más accesible, calmar las inclemencias del clima, dotar de energía ilimitada a todos, pero....

-¿pero?

-Como he dicho antes, la codicia y ambición humana no tenía limite. Muchos de los líderes al descubrir que se podía obtener tal poder no dudaron ni un solo instante en recurrir a el como un arma. Según se cuenta.....las runas leen el corazón y la mente de quien las empuña, conscientes de lo que uno es, lo que más anhela y teme. Por eso mismo, esos objetos ponen a prueba a quien osa utilizarlas, distorsionando cualquier deseo que se les presente. Si quien las posea tiene un corazón puro y sin malicia, las runas lo bendecirán con poder para traer el bien y la paz, pero si por el contrario uno alberga odio, resentimiento o codicia en su corazón....entonces se desatará la destrucción.

Y eso....es justo lo que pasó. Los reinos se enzarzaron en la guerra, una donde los ejércitos convencionales no tenían cabida. Explosiones de magia arcana redujeron ciudades a escombros, cercenaron la tierra verde, quemaron los bosques.....secaron ríos y mares, todo por la arrogancia y avaricia de la humanidad, quien borracha de poder no pudo ver más allá de sus propios deseos mundanos de grandeza.

-Las runas quedaron marcadas tras el conflicto. Dejaron de velar por los fundamentos que sostenían el mundo y se transformaron en fragmentos de aquellas emociones o sucesos que desataron la guerra: violencia, traición, devoción desmedida y locura. Sólo hubo una, una de ellas que no quedó corrompida, la única que no permaneció en el mundo mortal, la runa o fragmento de la esperanza, la que se encuentra aquí en Ciudad de Bandle.

- Ohhhhh......es una historia genial papa, gracias por contárnosla. -agradeció una yordle pequeñita de pelaje marrón claro y pelo blanco como la nieve.

-De nada cariño, ahora tenéis que iros a dormir, me lo prometisteis si os contaba un cuento. -le sonrió Teemo a su pequeña mientras acariciaba su mejilla con el dorso de su mano.

-Joooooo.....yo quería otra. -refunfuñó otro yordle pequeñito de pelaje añil y pelo marrón claro.

-No te quejes Isaac, ya sabes lo que acordamos. Os leería o contaría una historia cada noche antes de que os fuerais a la cama, así que ahora se un buen chico y a dormir. - contestó Teemo sentándose ahora en el borde de la cama de su otro hijo para después darle un beso en la frente y cubrirlo con las mantas. El pequeño yordle solo volvió a refunfuñar un poco más, sin embargo enseguida bostezó, señal que dejaba claro que no estaba tan despierto como decía estar.