CAPÍTULO 1

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Las sirenas sonaban a cada rato en el exterior, los disparos y los gritos no cesaban, el movimiento de la gente y autos en las calles era como el del Black Friday o algún día festivo, sólo que esta vez no era por una causa buena, la histeria... el pánico... eran incontrolables.

– maldita sea. – maldije a lo bajo en lo que colgaba y volvía a marcar los números en mi celular, tratando de contactar a mi hermano mayor. – por favor, contesta, contesta.

Uno... dos... tres...

Uno... dos... tres...

Uno... dos...

– ¿qué? – escuché desde la otra línea.

– idiota, ¿por qué no contestas?

– estoy ocupado.

– ¿quién es? – escuché preguntar a mi otro hermano mayor.

– es Meredith.

– cuelga. – le ordenó.

– no lo hagas, escuché en las noticias que hay un refugio en la ciudad, estoy saliendo hacia allá. – le conté tomando mi maleta y mi ballesta en la espalda.

– no lo hagas, Merle y yo ya tratamos de ir, es una farsa.

– ¿una farsa?

– está repleto de caminantes, toda la gente está saliendo de la ciudad.

– ¿dónde están? – no respondió. – Daryl, con una mierda, dime dónde están, para ir con ustedes.

– no te necesitamos, sólo nos retrasarás, pequeño estorbo. – dijo Merle. – siempre has sido un pequeño estorbo, aprende a hacer algo por ti misma. – colgó, me solté a llorar.

Volví a llamarles, pero ninguno respondía, ninguno volvió a responder, me desesperé y aventé el celular, estrellandolo contra la pared.

– ¡hijos de puta! – grité. – no los necesito... no los necesito.

– no necesito a nadie. – le dije al hombre frente a mí. – puedo sobrevivir por mi cuenta.

– ¿eso crees? – carcajeó. – comoquiera salir de este lugar no es una opción, sólo hay una manera de escapar de aquí y es estando muerta, como un caminante.

– eso no me va a detener. – dije saliendo de la habitación.

– Meredith... ¡Meredith! – esperé a la noche, salí de mi habitación para ir a un lugar donde oculté mis cosas, tomé mi mochila, mi ballesta y salí hacia el pasillo, dando vueltas hasta dar con una puerta que dirigía a una salida con motos, tomé una, me subí en ella y huí.

Huí sin rumbo días, semanas, quizás meses, obviamente me quedé sin gasolina a los días y seguí a pie el resto del tiempo.

Pero pareciera que al fin la suerte se puso de mi lado, haciéndome encontrar con una prisión, tenía una gran parte derrumbada así que decidí entrar por ahí.

Comencé a escuchar pasos, pero no cualquier tipo de pasos, no los de caminantes, sino de personas vivas y me oculté.

– sal, no te haré daño. – escuché a un hombre decir. – sé que estás ahí, tu sombra te delata. – dejó su arma en el suelo. – no tengo nada en las manos, puedes asegurarte, este es un lugar seguro.

ENDLESSLY [Glenn Rhee]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora