Ya me habían dicho que tu mirada no era como la de los demás, dijeron que me mirabas con apreció cuando acariciabas mi pelo, jugabas enredandolo entre tus dedos.
Cuando agarrabas mi mano y no la soltabas me daba seguridad, todavía te sigue gustando sostenerme así, a mi también. No me sueltes.