1. Nada es lo que parece ser

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Si de algo estoy seguro, es que la vida da mil vueltas, y no siempre son esperadas.

***

-27 de julio de 2025-

Era un domingo de frío, en el que lo único que daba calor era el fuego de la chimenea.

Cuando vives muchas cosas, puedes apreciar con más profundidad los pequeños momentos de la vida. El fuego quema pero el frío también.

Mis ojos miraban las llamas del fuego, el fuego que alguna vez vi quemar muchas cosas... Y de pronto, el sonido de las llaves, seguido de la voz de los niños a los que quería con todo mi corazón.

— ¡Papá! ¡Papá! —Exclamó el menor de los dos que se acercó a donde yo me encontraba sentado, sonriéndome con emoción.

— ¡No creerás lo que mamá me a comprado! —Agregó el mayor con la misma emoción y sonrisa.

Mire a mi mujer, que me sonreía atrás de ellos. Conocía esa sonrisa más de lo que me conocía a mi mismo.

— Y ahora, ¿Que te a comprado tu madre? —Pregunté con intriga, ellos se acercaron y se sentaron uno en cada lado mío, mientras que mi mujer fue a la cocina.

— ¡Es un libro! —contestó el menor y miró a su hermano— ¡Vamos Simón! ¡Enséñale! —su entusiasmo me hizo sonreír, pues esa felicidad solo se podía encontrar en la inocencia de un niño.

Mire a Simón, mi hijo mayor...El se quitó su mochila y sacó un libro, tenía pasta dura color negro, parecía echo de cuero. El título estaba ya desgastado, pero al abrirlo...pude leer el título perfectamente: "El diario de H" junto a una advertencia: "A todo aquel que lea esté libro dará una vuelta por toda una fantasía, en la que nada es lo que parece ser".

Me quede observando más tiempo de lo debido la frase, pero entonces Andy —mi hijo menor— hablo:

— Mamá dijo que la próxima vez que fuéramos a comprar con ella, me compraría algo a mi —Sonrió con felicidad.

— Me parece bien —dije bastante distraído mientras seguía viendo el título.

— Puedo dejártelo un momento —dijo Simón de repente—. Iré a jugar un rato con Andy —se levanto del sofá y tomo su mochila.

— ¡Si si! Mamá dijo que tú y ella hablarían...así que iremos a jugar —dijo Andy levantándose del sofá.

Ambos subieron las escaleras con entusiasmo, y entonces...agarre el libro y fui a la cocina. Al entrar la vi, servía café en dos tazas mientras tarareaba una canción, y por un momento la pude visualizar de nuevo con ese hermoso vestido rojo, con un escote que te llevaba a la locura, los tacones y las mayas color negro que te tentaban a quitarlas y hacer mil cosas con esa chica.

— Sabes que...yo si te creo, ¿no es así? —habló con suavidad y me miro con una pequeña sonrisa, esa sonrisa que me había embelesado tantas veces.

— ¿Quien hizo el maldito libro? —Conteste con molestia.

— Tal vez...realmente nadie lo hizo... —se escuchó como un susurro, me acerqué aún más y detuve su mano que tomaba la cuchara para revolver el café.

— ¿Tú? ¿Tú lo hiciste? Creí que...—ella me miro, cerré la boca de golpe.

— No todo es lo que parece ser —pronunció cada palabra como una reflexión, y luego...se acercó a mi.

— ¿No se supone que tú....? —ella interrumpió de nuevo.

— Yo te creo...—Pronunció mi nombre y mi expresión se suavizó—. Lo sabes, ¿No? —Preguntó mirándome, mi mirada bajo al suelo— Te creo, siempre te e creído...—Agregó con voz suave y tranquila.

Entonces, la mire. Me quede un momento perdido en sus hermosos ojos que desde la primera vez que la vi me habían encantado aunque sea inconscientemente.

— Lo sé —. Dije con una pequeña sonrisa, claro que lo sabía, sabía que ella me creía, por que esa chica de ojos celestes como un diamante que brillaban más que las estrellas...había formado parte de todo aquello que por años me atormentó. Mis miedos, mis traumas, mis pecados, mis tentaciones. ¿Solo....Míos?

La tentación de los pecadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora