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18 de diciembre de 2022

El primer tiempo se termina y grito junto a la hinchada agitando una bandera de Argentina.

—No te lo puedo explicar porque no vas a entender las finales que perdimos cuántos años la lloré—sigo cantando lo más fuerte que me permite la garganta.

Emilia y el hermano de Julián siguen alentando.

—Muchaaachos ahora nos volvimos a ilusionar, quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial—gritan los demás y continuamos cantando.

Al terminar esperamos a que empiece el segundo tiempo. Ahora más que nunca estamos ilusionados, sé que vamos a ganar.
Grabo un par de vídeos para enviárselo a mis papás y hermanos y cuando menos me doy cuenta los jugadores de ambos equipos ya están en la cancha.

Todo iba bien hasta que viene el penal de Francia. Tuve que ahorrarme unos cuantos insultos y calmar a mi pobre corazón que estaba empezando a revivir el trauma vivido contra Países bajos.

—No pasa nada—me dice Agustín percibiendo mis nervios.

Y si pasó, al rato los franceces nos empataron y con ello la cara de todos se volvió más seria, casi como si hubiéramos visto a un fantasma. Miro hacia donde están los demás en el banco, todos con cara de seriedad y resoplando.

Me agarro de la cabeza con ambas manos soltando suspiros a cada rato, ni siquiera me importó el hecho de haber salido en la pantalla grande. Entonces pasa, metemos el tercero y festejamos entre gritos y puteadas. No puedo creerlo.

—¡Lo logramos Valen!—me chilla Emilia dándome un abrazo. 

Sin embargo la felicidad no nos dura tanto porque minutos más tarde le dan otro penal para Francia.

—Pero andate a la concha de tu madre la re puta que te parió loco que bronca—grita Agustín a mi lado.

—Forro hijo de puta—insulto al árbitro.

Dibu por favor atajala, hacelo por el amor a Dios.

—Gol de Francia.

Estoy a nada de agarrar la bandera y ahorcarme en pleno estadio Lusail. También estoy a nada de morirme de un paro cardíaco, una de esas dos va a pasar.

Me muerdo las uñas, resoplo, me siento y me paro. Me imagino como será acompañar al Diego en el cielo. A este paso lo voy a averiguar pronto.

Kolo Muani corre quedando mano a mano con el dibu y siento mi alma descender de mi cuerpo.

Por favor brujas de Argentina hagan algo, iluminen al dibu.

La desesperación me invade.

Me agarro con fuerza al brazo de Álvarez y mis ojos ven una maravilla: el gran desvío de la pelota por Damián Emiliano Martínez.

—¡Dibu hijo de mil!—gritamos festejando en pleno brote de locura.

Se termina el tiempo y siento que ya no me quedan fuerzas para seguir de pie, sobreviví como a veinte paros de mi corazón.

—Penales, no quiero ver—niego casi llorando.

—Vamos a rezar.

—Acá la ganamos. Tenemos al dibu que es nuestro Dios.

(…)

—¡Argentina campeón del mundial de Qatar 2022!

Sollozo con fuerza tapandome la cara con ambas manos. Que sufrimiento por favor. El sonido a mi alrededor es hermoso, es digno de una final ganada.

Caos | Emiliano MartinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora