Dicen que las recaídas se deben a que recuerdas algo semejante a lo que te hizo caer desde un principio o porque no tienes nada que hacer y tu mente comienza a pensar en algo que te afecta; pero siempre hay una razón para esas recaídas.
Mi problema era que cuando yo recaía no sabía exactamente porque, no sé si se debía a la soledad que me rodeaba o simplemente era una taradez mía.
Pero cuando caía nada podía levantarme.
Llegue al punto de lastimar mi cuerpo —para ser más concretos, mis brazos— con cortaduras o quemaduras no tan graves pero que dejaban marca, nadie jamás había visto mis heridas ya que no me atrevía a mostrarlas, tampoco sabía que responder si me preguntaban: ¿Por qué lo haces? o ¿Qué ganas con dañarte?, tal vez no ganaba nada, pero calmaba un poco el dolor que sentía en el momento.
Mi última recaída había sido ese mismo día, había llorado toda la madrugada y también un poco de la noche anterior, no sabía muy bien el porqué, pero seguía llorando, sin razón alguna y con un dolor inmenso que inundaba un estadio entero.
Esta vez no quería cortarme y aunque tuviera un encendedor cerca tampoco quería quemarme, pero el dolor empeoraba cada vez más hasta ya no poder soportarlo y el encendedor se volvió mi única alternativa.
Lo agarré con fuerza y lo prendí, ya acostumbrada al calor de este lo puse en mi piel y sentí como cualquier otro sentimiento o dolor que tenía en el momento se iba calmando.
Y de pronto ya no sentía más dolor, ya las lágrimas habían cesado, ya cualquier pensamiento que me estuviera afectando se había borrado.
Ahora solo observaba mi alrededor y pude divisar mis cortinas azules cerradas, la oscuridad de mi cuarto, pude ver también a mi gatita sentada en el borde de la cama acurrucada, pude ver los dos peluches que tenía en la cama —uno de pato y el otro de gato— esparcidos, pude ver como tenía ya dos llamadas perdidas y mil mensajes de Andy.
Ni siquiera había podido escuchar el teléfono por lo encerrada que estaba en mis pensamientos, no me había dado cuenta de que hasta deje de escuchar todo a mi alrededor y solo escuchaba a las voces de mi cabeza que me decían que me lastimara, que solo se iban a ir si lo hacía.
Y vaya que sí se fueron.
Ahora un silencio inundaba la habitación y quería quedarme así, no hablar con nadie y tal vez dormir un poco después de tanto llorar.
Pero él volvió a escribirme.
Holaaaaa?
Kate estás ahí????
Me empiezo a preocupar, ya es el décimo mensaje que te dejo y siempre contestas al primero
No sé qué está pasando, pero porfa ábreme y lo solucionaremos o algoNo me apetecía salir de mis cobijas e ir a abrirle, no quería que me viera en tal estado, pero ya estaba aquí, no lo iba a dejar afuera aguantando frío.
Puede ser una opción.
No lo haré.
Ya voy
Okey
Mi respuesta y la suya fueron cortas, máximo dos palabras, pero tampoco me apetecía hablar ni por chat, ni en llamada, ni nada.
Me levanté y fui directo al baño, tenía que ver que tan hinchada y roja se me veía la cara —y vaya que si estaba hinchada—, me lave la cara para que no se notara que había llorado, el agua fría que me eche fue refrescante y logró quitar un poco lo roja e hinchada que se me veía.
Después de asegurarme de no verme tan demacrada bajé y abrí la puerta, apenas abrí Andy entró y con él un poco de viento helado que recorrió todo mi cuerpo, así que cerré rápido la puerta.
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Eres mi estrella
Romance¿Una desconocida puede cambiar tu vida con un mensaje? ꙳꙳꙳ Katelyn se prepara para cursar su último grado del bachillerato. Después de una vida solitaria y apartada del mundo consigue un mejor amigo. De la nada empieza a recibir mensajes de una d...