CAPÍTULO 6

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Un silencio se manifestó. Devoramos nuestras hamburguesas, dejando las bandejas más que vacías. Alejandro sabía detener por momentos su mirada en el azul cielo de la noche, en los autos que avanzaban apurados por llegar a su casa y en los que llegaban y se sentaban afuera del local. Calculo que el no hablar durante la comida se debió a que estaba buscando las palabras correctas para darme su humilde opinión y no sabía cómo hacerlo.

—Tengo una duda, —Ale hizo una pausa para beber de su gaseosa y dijo—: ¿Cómo es que de odiarlo pasaste a amarlo? Digo, ¿qué te hizo cambiar de opinión? Afirmaste que lo detestabas, que era insoportable y ahora... no comprendo.

No sé por qué, pero sentí que las palabras de Lele eran como si me estuviera hablando mi madre y se lo hubiera confesado a ella, más que a mi propio amigo.

—No lo sé. Tengo estos sentimientos desde que lo vi en la feria.

—¿Y por qué esperaste hasta ahora para contármelo, Viqui?

—Es que no podía confirmarlo de inmediato. No lo veía hace meses, de hecho, en todo el año no lo vi y recién lo volví a ver en septiembre para el día que hicieron la feria. Y lo amo, Alejandro, aunque odie por dentro sentir eso hacia él. Mis padres jamás aceptarían la relación...

—¿Qué es lo que te llama la atención de él?

—Me enamoré de su voz, de la forma en la que ríe y entrecierra los ojos, de sus rizos, de la manera en que me mira cada vez que me cruzo con él. Sus miradas me llaman la atención y sus ojos marrones parecen decirme todas las palabras que no pueden salir de su boca.

—Vive en un cuento de fantasía —comentó Mariana.

Sí, vivo en un cuento de fantasía en donde la chica se queda con el chico imposible, inalcanzable, tal vez un poco maldito al tocarlo. Inalcanzable porque no puedo tenerlo.

—¿Vos lo sabías y no me lo contaste? —Protestó Lele.

—Sí, pero eso no cambia las cosas. Además, no me correspondía contártelo ni meterme en lo que Victoria tenía que hacer. Yo ya tuve una charla con ella sobre esto.

—Che, Viqui, —volvió aquel a retomar nuestro diálogo, apoyando su mano en la mía— no rechazo que te guste Mauricio. Que eso te quede claro. Es tu vida y vos haces lo que quieras con ella, pero desde ya, no es la persona que vos pensás. Él tiene una mala reputación y no queremos, bueno yo, no quiero que te engañes y termines lastimada.

—Es que ya lo hice. Estoy viviendo un cuento de fantasía, Ale, como dijo Rulos. Me estoy engañando a mí misma pensando que él me va a aceptar, que se va a enamorar de mí, que vamos a terminar juntos, que me va a tomar de la mano cuando estemos con sus amigos, en todo eso. Y siendo realistas, soy consciente de que no puede terminar bien, de que a lo mejor nunca pueda existir nada entre nosotros. Pero, al menos, habré disfrutado un año emocionante persiguiendo a Mauricio por los pasillos de la escuela. ¿Hay que sacar provecho de la situación, no?

—Supongo. —Se tentó de la risa Mariana.

—Te queremos, Viqui. Y sin importar la decisión que tomes, te apoyaremos —concluyó Lele y nos dimos un abrazo entre los tres. Nos apartamos y planteó—: ¿Vemos lo que dicen sus horóscopos para ver si son compatibles?

Mariana lo miró frunciendo el ceño y volvió a reír.

—Eso es lo que menos necesitamos, Alejandro.

Omitió lo que aquella dijo y puso en el buscador las posibles compatibilidades con mi signo, mientras nos pedíamos un postre.


Lo que restó del sábado me la pasé haciendo mis tareas y trabajos del instituto, encerrada en casa como de costumbre, escuchando música, bailando y otras veces dibujando. Mentalmente, estaba pensando todo el tiempo en mi amado, pero físicamente dibujando, sobre todo dibujando. Porque me hacía bien, me hacía bien dar pinceladas para descargarme, como terapia, pero también como un lugar seguro al que me gustaba recurrir cuando lo necesitaba.

Lo mucho que odio amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora