Tregua con el enemigo

17 4 0
                                    

Mientras aceleraba por el camino hacia el norte de Midas, Guy se maldecía internamente. ¿Cómo pudo haber estado tan irresponsable que se distrajo y perdió la noción del tiempo? ¡Debería haber llegado a casa antes que Raoul!

'Soy un idiota', seguía repitiéndose a sí mismo. El hecho de que era la primera vez que disfrutaba una cena con amigos en meses, no era excusa.

La casa donde vivía con Benson y Raoul estaba ubicada en una zona residencial del exclusivo barrio de Mistral Park, lejos de turistas y tiendas. Era un edificio moderno rodeado de un jardín grande y bien cuidado. El sensor de la puerta blindada reconoció su moto y le abrió el paso. Al llegar a la entrada, los dos jóvenes se bajaron del vehículo e inmediatamente se precipitaron dentro de la casa.

"¡Raoul, volví!" gritó Guy. Al no recibir respuesta, entró al cuarto, pero solo encontró una cama vacía. "¡No está!" Apretó los dientes y continuó su búsqueda en las distintas habitaciones.

"¡Maestro Guy, lo encontré!" Benson lo llamó después de un rato.

La voz venía del patio trasero, Guy bajó rápidamente las escaleras y finalmente encontró a su Blondie. Estaba de pie en el césped mirando al cielo, todavía vestido con la ropa formal con la que había ido a su cena en Parthea.

"Está en trance otra vez", explicó el ex-mueble preocupado, "no pude despertarlo".

Guy mantuvo la sangre fría y fue a tomar su mano. La sintió casi congelada, síntoma de que había permanecido en esa posición durante mucho tiempo. Las noches de Amoi eran muy frías, especialmente en esta época del año.

"Bombon, entremos", le dijo en voz baja. Como no hubo reacción, se volvió hacia Benson. "¡Necesitamos calentarlo, ve a buscar algunas mantas!"

El eunuco salió corriendo a hacer cuánto indicado. Raoul estaba susurrando algo entre sí, tal vez fórmulas químicas. "Amor, ¿puedes oírme? ¡Entremos!" Insistió Guy, pero no obtuvo respuesta.

Era la sexta vez que esto sucedía en unas pocas semanas. Las anteriores, Guy y Benson no habían podido hacer más que esperar a que ese estado catatónico pasara por sí mismo. Esas crisis solo ocurrían cuando Raoul se quedaba sin actividades para mantener su mente ocupada durante un período de tiempo considerable. Por esta razón, Benson y Guy nunca lo dejaban solo ni siquiera de noche y le ofrecían frecuentes estímulos de conversación para evitar que se aislara. Cuando las crisis terminaban, Raoul no guardaba ningún recuerdo de ellas y habían preferido no decirle nada para no darle preocupaciones innecesarias.

Las recomendaciones de Orphe seguían resonando en la cabeza de Guy. Él no podía evitar sentirse en parte responsable por el empeoramiento de su condición: debía incitarlo a que se abriera y contara lo que sucedió en la cúpula de Júpiter, hacerle revivir la experiencia, pero no pudo lograrlo. Raoul era un muro impenetrable que esquivaba el tema con respuestas evasivas y se enfadaba cuando las preguntas se volvían demasiado insistentes.

Había tratado de sacudirlo tanto a través de la reanudación de la actividad sexual como poniéndolo en un aprieto con preguntas directas, pero Raoul rechazaba todas sus aproximaciones. Guy realmente ya no sabía qué hacer.

Era terrible verlo en ese estado de apagón mental, y por si fuera poco, cada nueva crisis se revelaba más larga que la anterior. Estaban empezando a temer que algún día no seria capaz de volver atrás.

Tras casi tres horas, Raoul habló de repente como si nada hubiera pasado "Guy, no me di cuenta de que habías vuelto".

Adormilado y emocionalmente quebrantado, el mestizo le ofreció su mejor sonrisa. "Acabo de regresar, estabas distraído. ¿Qué viniste a hacer al jardín?"

Libro2: Vivir libres de las leyes de Júpiter - Resurgir de las cenizas de HerbayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora