Era el año 1815. Leo San Juan, quien ya contaba con diecisiete años, había vuelto de Veracruz después de haber resuelto el asunto de los chaneques en compañía de su hermano y sus amigos y haber recuperado su poder de ver a los muertos. Decidió olvidar la idea de alejarse de su hogar y quedarse en Puebla en compañía de sus seres queridos y trabajar en la panadería de su difunta abuela en compañía de Nando.
Desde que regresó, repartía su tiempo en llevar pedidos por toda la ciudad entre semana, mientras que, los fines de semana, junto con su hermano, visitaban la vieja casona y al resto del equipo, quienes preferían mantener un bajo perfil y no salir de la residencia. Después de todo, eran las únicas dos personas que sabían sobre ellos. Al comienzo les sorprendió a todos que Nando también pudiera verlos, puesto que el curandero solo le había devuelto los poderes a Leo. Sin embargo, Alebrije explicaba que, posiblemente por la existencia de elementos sobrenaturales en la casona, ellos serían visibles para cualquier humano vivo que entrara a la casa, así como ocurrió la primera vez que los hermanos San Juan entraron. Los ocho restantes estuvieron de acuerdo sin pensarlo dos veces. Entre menos explicaciones, mejor. No querían martirizarse con eso.
A parte de las visitas a la casona y el trabajo en la panadería, Leo prefirió mantener su historias de cazafantasmas en el pasado. Agradecía el reconocimiento dado años anteriores, mas quería llevar sus años de adolescencia en paz y en compañía de sus seres queridos. Ya había viajado demasiado. Estar en casa era su único deseo en ese momento. Adicionalmente, él no ofrecía muchos detalles al respecto. Muchos pensaron que la fama se le había subido a la cabeza. Otros, al contrario, creían que no quería aceptar sus hazañas. Hubo unos cuantos (principalmente niños de su edad, arrogantes y celosos) que no se tragaban el cuento de que ese chico, alguna vez un completo cobarde y llorón, era una de las personas más valientes y audaces del territorio, y argumentaban que todo lo que decían del él solo era una capa de humo y que, en realidad, San Juan nunca tuvo ayuda de nadie y que los espectros no le hicieron nada por lástima. Vale la pena decir que estos sujetos lo único que recibieron fue, o el silencio indiferente de Leo, o un puñetazo por parte de Nando (porque el único que se metía con su hermano era él. Fin de la historia), si es que él también alcanzaba a escucharlos. Fueron unos pocos los que respetaron su decisión de cortar contacto con su turbulento pasado y preferían tener una conversación más cotidiana con él.
La vida estaba retomando su curso normal, si lo podían decir así, y era lo único que todos querían en ese momento.
—¡Leoo! ¡Baja a desayunar! —escuchó gritar a su Nana Dionisia —. ¡Te toca salir a entregar un pedido!
—¡Cinco minutos más, Nana! —se tapó con las cobijas a la vez que buscaba una posición más cómoda para dormir.
—¡Rápido, mi niño! ¡Tu hermano ya lo tiene listo, y el hombre que lo pidió lo quiere antes de las diez!
—Bien... Voy —resignado, se destapó y tiró las cobijas al suelo. Quiso poner un pie en el piso, pero accidentalmente se encontró con su balero, que había dejado cerca la noche anterior, por lo que resultó enredándose con él y estrellándose contra el suelo —. ¡Ay! Mi espalda...
Apartó el balero a una distancia segura donde no volviera a hacerlo caer y se incorporó. Aclaró su vista: ya estaba soleado y la cama de Nando estaba tendida. De seguro se habría levantado antes a alistar todo antes de empezar a trabajar —su hermano le había prometido a su abuela que él respondería en su mayoría por la panadería, entre ellos el mostrador, parte de la cocina y los asuntos legales que no le quiso explicar a Leo—, o probablemente se había quedado en la sala de estar durmiendo si es que no había llegado a la habitación por las largas horas de trabajo.
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Las Leyendas: Caos de los Espejos.
FanfictionHan pasado unos cuantos días desde que Leo San Juan y su equipo volvieran a Puebla. Ahora, estaba tratando de darle un nuevo rumbo a su vida. No obstante, una tarde decide ingresar nuevamente a la Vieja Casona, donde todo había comenzado. Lo posteri...