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POV ARYA

Daenarys llega a la puerta de mi casa tarde esa noche. A propósito. Eso está claro. Puede que se salte sus propias reglas, pero está dejando claro que está en mi casa bajo sus propios términos.Y, por Dios, la mirada de mocosa que me echa cuando sale de su pequeño coche deportivo rosa me pone la polla dura.

La maldita cosa ha estado rígida
como una pica desde que firmé el
contrato esta tarde y ella respiró
aliviada. Sorpresa también. Que haya puesto mi firma en la línea de
puntos sin obligarla a casarse.

No necesita saber que firmé con el
nombre equivocado.

El entrenador Targaryen estaba tan
contento de tenerlo hecho que
tampoco lo comprobó, metiendo
los documentis de nuevo en el
archivo y cacareando sobre futuros
campeonatos a la prensa reunida.
Tal vez nadie tenga que saber nunca lo de la firma falsa. Es posible que gane a Daenarys completamente por mi cuenta y no tenga que señalar que el contrato nunca se firmó de verdad, pero no hay forma de que deje algo tan importante al azar. Esta chica es el aliento de mis pulmones. Si su terquedad nos impide estar juntas, tendré que enseñarle la mía.

Cuando se detiene frente a mí en la puerta de entrada, el ligero
aroma a bayas trituradas burla
mi nariz, encuentro un destello
de arrepentimiento por haberla
engañado. Cree que soy una mujer
mejor, y lo seré. Lo seré en cuanto
sepa que se queda.

Permanentemente.

—Hola, Ary. — dice, entrecortada,
con un tono nervioso que no
concuerda con la altanería de su
barbilla. Esta chica va a ser difícil
de manejar. Lo supe desde el
momento en que la vi, pero ahora
lo recuerdo. No solo porque tiene
temperamento. No solo porque es
muy testaruda, sino porque tiene
un corazón tierno que se esconde
bajo su hermosa superficie, del tipo
que podría destripar a un hombre
por todas sus vulnerabilidades.
Intenta ponerme a la defensiva
presentándose tarde. Intenta actuar como si estuviera a cargo,
pero la verdad es que se siente
expuesta. Sus dedos tiemblan
alrededor del asa de su bolsa de
viaje y sus hombros se tensan en la
proximidad de sus orejas.

Es entonces cuando me fijo en el
libro de texto que sobresale de su
bolsa.

Medicina deportiva.

—¿Qué es eso?—pregunto,
señalando con la cabeza. Sigue mi
línea de visión. —Por si me aburres
y tengo que estudiar.

Mi risa estalla y sonríe con picardía,
mientras hago una nota mental
para consultar sobre las clases
particulares para los momentos
en que ella estará conmigo en la
carretera. Tutoría femenina.—
Estudiando, ¿eh?— Le quito la bolsa de las manos, inclinando la
cabeza hacia la entrada abierta para que me preceda. — Nunca me he planteado este dilema.

—¿Qué dilema?

La sigo al interior de la casa,
salivando por el movimiento de sus
nalgas bajo la corta falda blanca
plisada. Dios, si no la tengo debajo
de mí pronto, voy a explotar.—
¿Quién te disciplina por una
mala nota ahora, cuando aún no
has aceptado casarte conmigo?
¿Aerys o yo?

Me manda un bufido por encima de
su suave hombro. — Me disciplino
muy bien, gracias.

—¿Es eso cierto?— Nos detenemos
en el vestíbulo, acercándonos y
me quedo momentáneamente sin
palabras por tenerla aquí, luciendo tan hermosa en mi casa. Eran solo
otras cuatro paredes hasta que ella
entró. — ¿Cómo te disciplinas?

— Cuando tengo una mala nota, me
obligo a ver baloncesto.

De nuevo, mi risa me pilla
desprevenida, rebotando en el
interior blanco y español de la casa
y me acerco a Daenarys, dejando
su bolso, mis manos se posan en
sus caderas. Apretando. Dando
vueltas alrededor de su trasero y
agarrándolo con fuerza en ambos
lados debajo de su falda, amasando
la carne tensa, viendo su boca
abrirse en un jadeo.— Te hago una
apuesta.

La Hija Del Entrenador (Gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora