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Un olor nauseabundo entraba a las fosas nasales del hombre que yacía acostado en una cama que tenía un marco perfecto de colores dorados y a su lado una pequeña mesita de noche con un estilo vestuso. Bostezó, estirando los músculos de su cuerpo y así levantando su cadera y tallando sus ojos, frotó la piel de su abdomen que picaba, pusó la parte externa de su pie en el suelo impasible con esa madera tallada.

Caminó hasta llegar a su baño, cerró la puerta de forma reserva abriendo la manilla, el agua se sentía tibia, finalmente había limpiado su rostro para aquel entonces. Suspiró peinando su cabello hacía un lado contrario y mojando las puntas del pelo, pasó la pequeña toalla de color blanco sobre su piel húmeda.

Decidió volver a su cama rápidamente, no recordaba que hizo o lo que tenía que hacer, pero por el asqueroso edor de su habitación más que las persianas se encontraban cerradas no tenía ganas de pensarlo muchísimo tiempo más. Se acostó en las sábanas hundiendo poco el colchón suave como lo que sería imaginar una nube.

—¿Luzu...?— ese pequeño gimoteo entre su primer nombre lo sacudió por dentro.

Abrió los ojos como platos con una expresión a modo de mueca al darse cuenta que su cama; en realidad no era su cama por completo, había aumentado la longitud y así. Teniendo a un chico ajeno en su cuarto solitario y oscuro, pestañó por lo menos 19 veces en un segundo de lo desconcertado que estaba, en efecto.

Ese era Auron, su prometido.

Bueno, ya no era su prometido, si no su marido.

Tonto, idiota, claro que Auron dormía con él desde ahora, el día anterior fue su miserable boda "romántica", quería pensar. Jadeó acostándose a un lado, sin embargo mantuvo un claro distanciamiento entre cuerpos.

—No quería despertarte— Auron clamó. —No importa, es tarde, deberíamos ir al desayuno, nuestras madres estarán allí— bostezó.

—No tengo ganas, me siento mareado— un quejido entre murmuros salió desde la garganta del castaño, aquel chico se hundió entre la cama hasta enrollarse en la cobija.

Auron tomó un momento de silencio, juró escuchar un cristal rompiéndose dentro de su pecho, un puchero genuino en su rostro se mostró, como si fuese instinto cambió su expresión a una sonriente —Les diré que te sientes mal.

Recibió una pequeña caricia tierna como a la vez alarmante de su parte, escuchó los palos de madera que sostenían la cama chillar dándole a entender que se había levantado. Le dio la espalda sintiendo indiferencia, se sentía adormecedor como a la vez pesadumbre, no tenía ganas de enfrentar el rostro de su madre después de su boda falsa, no tenía ganas de enfrentar sus responsabilidades de reciente rey ni tener que hacer un cambio en su vida tan abrupto como era el hacer un 360 en toda su rutina. Gimoteó hasta cerrar los ojos rezando porque todo fuera una pesadilla que se terminará pronto, rezaba por ello a los dioses de Karmaland aunque eso fuese imposible de pensar para Luzu, ya que a diferencia de su pueblo, no era religioso.

'A los dioses', já, que cosa más estólida de pensar.

Levantó su rostro lívido una vez escuchar un estemblor, cubrió su frente acercándose poco a una de las ventanas de la habitación, sus ojos palidaron en un par de miserables minutos atroces. Rápidamente al notarlo simplemente descansó la expresión de su cara. Una vez más los guardias de su reino se encargaban de realizar sus rutinas al bosque cercano, ni siquiera sabía cómo su madre insistía en querer investigar acerca de los árboles mientras que sus guardias seguían muriendo o desapareciendo, la gente seguía en pánico, pero prefería que siguiera insistiendo a tener que tomar pie en el tema.

No había razón para esconderse en la cama, tenía que aceptar que era cualquier otro matrimonio convencional, y Auron no era principalmente insufrible o abrumador, pero no deseaba ser un adulto, deseaba una vida de mimos y privilegios reales al ser un príncipe, no un rey.

ᵖᵒʳ ˡᵒˢ ᵈⁱᵒˢᵉˢ ᵈᵉ ᵏᵃʳᵐᵃˡᵃⁿᵈ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora