Capítulo 7

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 Olvidaba lo bien que eran las mañanas en esta casa: Tranquilas y placenteras con el color miel del sol acariciando tu piel.

Puedo jurar que las mañanas aquí son las mañanas perfectas. Sobre todo, por el fino roce de las finas sabanas de la cama, y claro, el aroma de la humedad del bosque que rodea la casa escurrirse por las esquinas de las ventanas.

La mejor parte es despertar junto a Dabi. Que, a pesar de que, una noche antes parecía querer destrozarme y reacomodarme el útero como si su vida dependiera de ello, despertar con esa sensación es indescriptiblemente maravillosa de vivir.

Lucifer hecho bolita a los pies de la cama es otra cosa linda de estas mañanas. Los rayitos de sol caen como cascada a través de su espeso pelaje dándole ese brillo único en él.

Giro pegándome al pecho de Dabi rodeándolo con mis brazos. Me escondo en su pecho sintiendo como sube y baja al ritmo de sus respiraciones.

Él se remueve y esta vez estoy completamente acorralada por él.

-¿Ya estas despierta, muñeca?

Dice con su voz ronca llenando la habitación. Asiento enterrando más la cabeza en su cuerpo, sus manos acarician mis risos revueltos y de seguro enmarañados por la noche anterior.

Deja de acariciar mi cabello para abrazarme fuerte pegando por completo mis senos desnudos sobre su pecho – igual desnudo que el mío -, levanto la cabeza dejándome iluminar por sus lindos ojos azules y sonrío.

-¿Qué pasa linda? – sonríe para luego besar mi frente –

-Extrañaba las mañanas contigo.

-Yo las extrañaba más, muñeca – dice – Este tiempo sin amanecer contigo, o simplemente sin saber que no estas cerca, me ha parecido eterno

-Me he sentido igual – digo y me da una mueca como si de una sonrisa triste se tratara – Solo tiene que ser por unos meses, además, no estaremos del todo separados.

-Tienes razón – me dice y besa mis labios – Solo será hasta que salgas de la escuela.

Asiento.

-Y una vez terminada, señorita... – pica mi nariz con la punta de su dedo haciéndome reír – Tú y yo nos vamos a casar.

Abro los ojos que parecen querer salirse de sus órbitas. Las mejillas se me calientan y juro que estoy más roja que un tomate.

-¿Lo-Lo dices enserio? – trago saliva y Dabi solo suelta una risa por mi reacción.

-Más que enserio, preciosa – besa mi mejilla que arde por la emoción – Pero será algo especial, ¿sí? – Asiento tal cual niña pequeña.

Sus manos recorren mi espalda hasta llegar a mi trasero. Me estremezco al sentir el tacto pues molesta un poco, claro que mis expresiones no son nada indiscretas, pues cuando Dabi lo aprieta me es inevitable hacer una mueca de dolor.

-¿Te duele mucho?

Que se preocupe me parece demasiado lindo viniendo de él, por lo que agarro todo el dolor muscular que guarda mi cuerpo para después y en su lugar le sonrío tomando su cara entre mis manos y besándolo suavemente en sus labios.

-Solo un poco – digo – Aun así, me gustó mucho.

Que dijera eso pareció haberle gustado. Besó delicadamente mi frente para luego abrazarme de la misma manera con la que me besa.

(...)

-¿Entonces tú haces el desayuno? – pregunté mientras me ayudaba a ponerme una pomada sobre los moretones.

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