Capítulo 5 (+18)

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- ¿En verdad me extrañaste, conejita?

Me sorprendo y doy un grito ahogado cuando me tumba a la cama; Dabi se lanza encima de mí y pega su cuerpo contra el mío. Dejo de respirar al sentir todo. Todo de él.

Él enserio quería hacerme pecar y arder con él en el infierno.

Siento como aspira mi cuello y gruñe.

-Hueles delicioso, conejita – Muerdo mi labio al sentir de nuevo su dureza creciendo.

Sus labios en mi cuello no me hacen resistir tan fácilmente. Parezco un libro abierto para él. Siempre ha sido así.

-Quiero que obedezcas en cada momento, ¿queda claro?

Me pierdo en el azul ardiente de sus ojos. Pero inmediatamente regreso a la realidad cuando un calor inmenso y un brillo característico salía de sus manos pegadas a mis muslos.

-Responde, preciosa.

-S-si – digo con dificultad. El calor se vuelva más intenso que quema, pero trato de soportarlo –

-¿Si, qué?

-Dabi...- gimo de dolor al sentir mi piel arder –

-Dilo.

-Si...papi...

Y el calor se va haciéndome jadear de alivio.

Unos besos en mi cuello me hacen olvidar del dolor en mis muslos y muerdo mi labio nuevamente.

-Abre más las piernas para papi, conejita – El susurra a mi oído y muerde el lóbulo de mi oreja haciéndome estremecer.

Su pene presionaba deliciosamente en mí centro haciéndome gemir sin aún tenerlo dentro. Sus manos fueron a cada lado de la cintura de mi pantalón.

Gemí cuando sentí el frio llegar a mi parte, y sobre todo, gemí aún más al sentirlo moverse contra la finura de mis bragas de algodón.

Sus labios impactan de nuevo con los míos en un ardiente y apasionado beso.

Dabi empieza a moverse como si estuviera follándome y eso solo provocaba que me mojara más. Podía sentir como estaba empapando cada vez más mis bragas. Y sé que probablemente este mojando también su pantalón.

Su miembro estaba duro, y grande. Joder, muy grande. Sus manos se paseaban en cada parte de mi cuerpo. Podía sentirlas en mis piernas, mis brazos, en mis pechos, jalando mi cabello. Éramos un pecado en un beso desesperado. Nuestras respiraciones eran aceleradas, pero eso no impedía querer separarnos. Mis manos estaban aferradas a su cabello y lo jalaba para tenerlo más cerca de mí.

Estaba ardiendo de deseo y estaba totalmente dispuesta a servirle completamente tal cual ramera haciendo su trabajo. Pero mejor.

Una mano empieza a tocar mi centro por encima de mis bragas y dejo de respirar por un momento. Dabi no perdió su tiempo. Su mano había entrado en mis bragas.

Solté un gemido cuando empezó a acariciar mi clítoris. A pesar de que la noche era fría, sentía calor. Mucho calor.

Sus labios se separaron de los míos y bajó sus besos a mi cuello haciéndome estremecer.

-¿Quieres que te folle con mis dedos, conejita? – aprieto las sabanas al escuchar su voz ronca.

Estaba tan hundida en todas las sensaciones que recorría mi cuerpo que solo asentí con la cabeza y el no dudo dos veces en bajar sus dedos suavemente e introducirlos sin cuidado alguno. Era rudo. Muy rudo.

Abro mi boca sacando mis gemidos.

Veo que a Dabi eso le gusta, pues empieza a moverlos cada vez más y más sabiendo justamente donde tocar. Mas gemidos salían de mi boca. Juro por Dios que alguien podría escucharme desde el otro lado de la casa. Pero no podía evitarlo.

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