Capítulo 4

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Sara despertó, sin noción de cuanto había dormido, solo recordaba que se había acostado a dormir muy tarde. Vio una bolsa grande en una esquina de la cama, y al abrirla, vio que había varios vestidos, ropa interior, implementos de aseo y...tampones. Se ruborizó ¿Monder le había traído todo eso?

Observó cada uno de los vestidos, eran todos largos y de una seda que se veía que era fina. Mientras observaba las cosas, no se había dado cuenta de que había alguien observándola desde la ventana.

-Y yo que me preguntaba por qué rayos Permian estaba comprando vestidos en el mercado de las hadas y las ninfas – habló Marco, y Sara gritó del susto.

-¿¡Qué haces aquí!? – gritó ella.

-Llevo tocando la puerta desde hace una hora ¿Matt no se ha despertado? – preguntó el mago, apoyando sus brazos en el borde de la ventana. Si el mago no fuese tan grande, de seguro entraría por la ventana.

-Bueno...- Sara alzó la vista al segundo piso, en donde pudo ver un bulto en la cama de Matt – sí, sigue durmiendo.

-La cerveza sí que le hizo efecto, anda, ábreme la puerta – dijo el mago, guiñándole un ojo coquetamente.

-¡No voy a dejarte entrar!

-Y yo que pensaba decirte que estás en peligro ya que los demonios sospechan que estás en el mundo mágico – alza las manos, en señal de rendición –. Me iré a mi reino, a escuchar lo que tienen planeado mis reyes para buscarte.

-¡Espera! – Dijo ella, cuando el mago estaba dispuesto a irse - ¿De qué hablas?

-¿Me vas a dejar pasar, sí o no?

Sara corrió rápidamente a abrir la puerta, y dejo entrar al mago, que la observó de pies a cabeza con una sonrisa un tanto lasciva.

-Las pijamas de Matt de quedan de maravilla – dijo el mago, y Sara se sonrojó. La camisa que tenía puesta era muy corta y apenas le tapaban sus partes.

-Has dicho que los demonios...

-Te están buscando con desesperación, querida – dijo el mago, tomando una de las frutas de la cocina –. Y han dado aviso a todos los reyes de los reinos oscuros del mundo mágico, y muy seguramente los reyes de mi reino, que por cierto queda a solo unas millas de acá, estarán también enterados.

-Monder dice que soy ilocalizable, mi aura...

-Lo sé, no tienes aura, y por ende los demonios no pueden rastrear tu alma – dijo el ninfo, acercándosele y rozando su cadena con el dedo pulgar –. Eres descendiente de...

-No te importa – dijo ella, ocultando el dije por debajo de la camisa, pero le causó cierta curiosidad que Marco supiera sobre el significado de la cadena - ¿Sabes la historia de las cadenas?

-Sí, yo...- el mago vaciló un momento – era muy amigo de Monder y él me había hablado sobre eso.

-¿Eran amigos? ¿Y por qué ya no lo son? – preguntó ella, imaginándose la respuesta.

-Porque, querida, tu angelito de la guarda es un idiota – dijo él, esculcando en la alacena de la cocina –. No sé cómo Dios puede escogerlo para cuidar a una bella dama como tú – dijo, encontrando un trozo de pan y mordisqueándolo - ¡Él ni siquiera es un ángel de la guarda, es un querubín!

-Y soy el mejor de todos, mi no tan apreciado brujo – escucharon la voz de Monder proveniente del comedor.

-¡Deberías dejar de aparecerte así, angelucho! – dijo Marco, terminándose el pan.

-No me digas angelucho – dijo Monder, con una evidente ira en sus ojos.

-Y tú no me digas "brujo" – respondió este.

Crónicas Angelicales: MonderWhere stories live. Discover now