Capítulo 2

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-Será mejor que no intentes nada extraño, o no dudes en que nuestro Padre te partirá con un rayo – le advirtió Gabriel apenas llegaron al cielo.

-Hermano mío ¿Cuántas veces he venido aquí? Muchas, y nunca he intentado nada.

Gabriel rodó los ojos, mientras partían camino al Trono. Por el camino, había cientos de ángeles, unos miraban expectantes, otros preferían no cruzar miradas con el demonio. No hacían falta los murmullos, algunos estaban sorprendidos de que el padre de la mentira acudiera al Conclave sin su corte infernal.

-¿Es muy necesario que me sostengan? – preguntó el demonio, mirándose ambos brazos. Gabriel lo sostenía por uno, y Chamuel por el otro.

-Es el protocolo – dijo Zadkiel, que caminaba delante de ellos.

-Tú y tus protocolos – gruñó Satanás.

Las grandes puertas de mármol del salón del Concejo se abrieron, y lo primero que vieron fue a Miguel, que los esperaba. Como era de costumbre, Satanás le dedicó una mirada de odio, y Miguel le dedicó una mirada que, si las miradas mataran, de seguro ya hubiera matado al demonio hace milenios.

-¿Y tu Corte? – le preguntó Miguel.

-He decidido venir solo – respondió el demonio, sonriéndole malévolamente al príncipe del reino celestial.

-Empecemos entonces – dijo Gabriel, mirando amenazadoramente a Miguel. Estaba seguro de que si los dejaban solos a esos dos en alguna parte, empezarían una lucha eterna de solo golpes.

Serafines, querubines, tronos, dominaciones, virtudes, principados y potestades miraban a Lucifer como lo que era: un miserable enemigo. El demonio se sentó en el lugar que le correspondía en los conclaves, justo al lado de Miguel. Sintió unas nauseas insoportables cuando la presencia de Dios se empezó a sentir por todo el salón, y cuando se manifestó en su forma carnal en el centro del salón, todos los presentes, incluido el demonio, se levantaron e inclinaron sus cabezas.

-Pueden tomar asiento, mis amados hijos – dijo, y todos hicieron caso.

-Ya estando todos, damos por inicio al Conclave – dijo, y miró a Satanás – ya todos saben cuál es la razón.

-Permiso para hablar – dijo el demonio, y Jesús asintió –. Quisiera que habláramos a solas.

Murmullos se empezaron a escuchar por todo el salón, era obvio que los ángeles no estaban de acuerdo.

-Silencio – ordenó Jesús, con un tono de voz suave, pero bastante imponente, y los ángeles callaron, y luego Dios miró a Satanás – concederé tu petición de hablar a solas.

-Pero padre...- quiso hablar Zadkiel, pero recibió una mirada seria por parte del Padre, y calló.

-Lucifer y yo hablaremos a solas en el salón del Trono – habló Jesús, dirigiéndose a todos los ángeles –. Aquel que nos interrumpa... – mira a Miguel severamente – recibirá un justo castigo.

Sara miraba maravillada el paisaje, aquel mundo era realmente hermoso, nada comparado con el suyo. Los bosques eran hermosos, y hasta pudo ver grandes palacios a lo lejos.

Monder aterrizó suavemente en una colina no muy alta, y apenas soltó a Sara, esta se volteó para al fin poder ver bien sus alas. No eran como siempre había creído que eran las alas de los ángeles; eran alas muy grandes, doradas y que emanaban luz. Fue poco lo que pudo observar, ya que Monder ocultó las alas, como si no quisiera que Sara las viera de a mucho.

-Creí que los ángeles vestían con...togas blancas – dijo Sara, al ver que Monder seguía llevando puesta la pinta que tenía cuando la sacó del apartamento, que constaba de jeans negros, una chaqueta negra con una camisa básica negra debajo, y unos converse negros.

Crónicas Angelicales: MonderWhere stories live. Discover now