CAPITULO DIESINUEVE

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Agua, luz distorsionada, presión en mi cuerpo, madera sobre mi espalda y cadenas.

Podía sentir como me estaba uniendo me estaba ahogando, hubo un momento en el que la tela que estaba sobre mi boca se quedó flotando y mis forcejeos no hacían nada más que alterar me y de mi alteración llegaba mi desespero lo que causaron burbujas saliendo de mi boca en un intento de gritar claramente fallido.

El agua estaba salada y vista empezó a oscurecer mientras cerraba los ojos.

Suelo.

Fue lo que sentí al despertarme, estaba en el suelo tirada con un dolor de cabeza increíble

–Mierda – Dije para mis adentros.

Dirigí mi mirada hacia el felino que estaba acurrucado en mi cama. Lo nombré, Azul por sus ojos azules y su obvia rareza (hermosa rareza) especie, lo digo así ya que nunca ví un gato negro con ojos azules

«Los raros, siempre están juntos»

Mi abuela tenía razón, ¿Quien dijo que tenía que enamorarme de un ser humano, cuando una mascota puede ser el mejor amor emocional?.

Pose una mano sobre mi cabeza, mierda, mierda. Agh y yo que pensé que me había acostumbrado al dolor.

Cuando intenté levantarme del piso se me dificulto por lo cual, caí. Y el dolor palpitante venía de mi pierna la cual ya hacía, vendada, lo cuando me recordó las cosas de aquella noche;

–¿A que te refieres con; «No puedo, creer que la chica de la que me enamore de crío esté en mis brazos»? – Me acomode un poco en el sofá alejando me de el.

–Por dios, sabes que yo te gustaba de críos.

–Exacto, tu mismo lo dijiste «Me gustabas» Ya no siento eso – De alguna manera estaba mintiendome a mi, misma pero de otra manera estaba diciendo la verdad.

No sabía com esa actitud si me seguía gustando, era como una votación entre qué parte de mi ganaba; La que quiere admitir que dichos sentimientos siguen, palpitando por el después de muchos años, o la que mantenía su orgullo y se tragaba todo lo que tuviera que ver con un imbécil que se fue haciéndome entender que nunca le importe.

–Esthela...

–No, nada de «Esthela», tu y yo somos personas diferentes.

–Que se, siguen gustando – se apresuró en decir.

– ¡Nunca, nos gustamos! Y si alguno de los dos se llegó a gustar, fui yo, ¡YO!. Porque tu, solo fuiste un chico cortante.

– Esthela tenía 11 años

– Pues ojalá hubiera sabido el que, era muy joven para saber que era el "amor" – Eso lo dije en voz baja.

Después de eso ninguno de los dos hablo solo, nos quedamos callados hasta que yo me quedé dormida.

Había pasado una semana después de todo eso, y el pensar solo en lo que dijo «Que se, siguen gustando» me traía, uno que otro escalofríos

Que mierda más. Cursis.

Tu ni siquiera me dejas en paz unos minutos. ¿Porque no muestras tu estúpido aspecto como lo hacías antes?

¿Enserio quieres verme?

Lo pensé un momento cada vez que se dignaba a aparecer era algo extraño siempre me causaba temor, así que dije «No» hacia mis pensamientos para después levantarme con cuidado, y dirigirme al baño

La Historia Jamás Cøntada [ El lugar de las historias que nunca se contaron]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora