Capitulo IV

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Regfiori

Manatera, Regfiori, 07 de Abril

Los rayos de la luminosidad se filtraban por las cortinas de la alcoba, no iluminaban la habitación del todo, solo les daba cobijo a las sombras del silencio que acompañaban a la Nordiliana que yacía abrazada por la calidez de las sábanas. El aporreo insistente de la madera hizo que Anthéia se espabilara.

Una voz nombraba su nombre con ímpetu, lo que le hizo imposible seguir con su labor.

-Anthéia, despierta, Anthéia ¿puedo pasar? ¡ANTHÉIA!

Se levantó con el letargo del sueño pesando en su cuerpo, llevaba días sin dormir bien debido a las evaluaciones que tendría pronto con madame Lourdes, por lo que se había pasado noches en vela.

Abrió la puerta y de inmediato Ermine saltó sobre la princesa de Nórderfil, en un fuerte y asfixiante abrazo.

- Buenos días- iba vestida con camisón de seda verde mientras que Anthéia vestía uno de organza blanco.

-¿Qué tienen de buenos?- Aelín casi bufó

- No me seas amargada, Anthéia, prometiste que hoy me acompañarías

-Recuérdame cuando acepté la condena de acompañarte

-el día de mi natalicio- Ermine cruzó los brazos sobre su pecho.

--Cierto, ¿Por qué no mejor te regalé una pulsera de oro blanco con incrustaciones de jade? -rodó los ojos

- ese fue mi regalo del año pasado- su rostro se iluminó con la extensa sonrisa y el brillo de sus ojos

- Vez como tienes la mejor amiga de Regfiori.-dijo Anthéia con orgullo

- ¡La mejor del mundo! Date prisa que el día es corto- Rosetta haló de la princesa de Nórderfil, pero ella se retuvo del marco de su puerta antes de que sacara su cuerpo completo de la habitación.

Para Anthéia sería una ignominia que algún guardia, mucama o doncella la viera con los harapos que apenas cubrían la desnudez de su piel

Pero para Ermine no, para ella daba igual ir con camisón, en cotilla, enaguas o ir desnuda por el castillo.

- Espera, mínimo permíteme cambiarme

Ermine la miró de arriba a bajo.

-Cierto, yo también voy a cambiarme

La princesa de Regfiori soltó a Anthéia y regresó dando saltos hasta su habitación.

Una sonrisa se desplegó por el rostro de Aelín, cerró la puerta y volvió a dentro.

Caminó por su habitación hasta el baño, abrió la llave de la tina, esperó a que esta se llenara, vació en el agua esencias, tónicos y sales que suavizaban y aromatizaban su piel.

Al terminar de bañarse, salió envuelta en un albornoz y fue hasta el armario, el cual era de dos niveles que eran separados por una escalerilla, la parte inferior albergaba un satisfactorio arcoíris de diversos tipos de tela, y la parte superior contenía ropa íntima perfectamente doblada en los confines de los cajones.

Nórderfil© [Saga Evreavabia Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora