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A Jungkook le gustaría creer que la conversación con Taehyung no le afecto, que fue otra ridícula discusión, sin embargo, oír al castaño le irritaba y daba en su punto más débil. Estaba al tanto de sus actitudes en torno a su alrededor, sabía que odiar cada mínima cosa, no era normal, Jungkook culpaba al mundo.

Un amargado que no sabe resolver sus problemas.

Lo que restaba de la semana pensó en ello, asimismo, no había asistido a los actos del músico, no negaba que lo oía desde su oficina, era imposible que pasará desapercibida la plácida melodía del saxofón. Taehyung no había cantado en lo que fue de la semana. Incluso llegó a suponer que no lo haría más, lo que sería un desperdicio total porque una voz, como la de él, merecía ser escuchada. Pero qué. Allí estaba de nuevo. Jungkook golpeó su escritorio con la palma y arrojó los papeles de encima. Era inevitable no pensar en Taehyung. Ese ser se había colado en lo más profundo de su cabeza.

No sabía que era el sentimiento que tenía por ese chico. Parecía ser una montaña rusa, en la que solo deseaba bajarse y no subirse más, si era posible, mandar a destruirla. Jungkook asume qué, si bien Taehyung parecía ser alguien sumamente relajado, tenía su lado malo. Cómo ser un cínico. Sabía bien lo que hacía, confundirlo y hacer sentir que era una piedra en su camino, que podía venir y jugar con ella, para luego patearla y conseguir otra con que jugar.

El pelinegro había estado evitando pasar por delante del edificio a esa hora de las siete u ocho, que era cuando su jornada laboral daba terminó. Normalmente, aparcaba su auto cerca del lugar, él no se salía de la rutina, pero desde el encuentro con el castaño oscuro, comenzó a dejar su auto en el estacionamiento del edificio y así no debía ir por la puerta principal. Patético, sí, aun así, no quería toparse con el otro. A eso de las horas, Jungkook ya se encontraba en su departamento instalado y con su habitual café. Se había duchado hace un rato, por lo que sus oscuros cabellos seguían húmedos, bebía el líquido caliente, su mirada centrada en un libro que nunca había terminado de leer. Jamás se daba el tiempo y pensó que hoy sería el día.


Necesitaba darse un buen tiempo, su salud mental parecía empeorar en torno pasaban los días. Se sentía agotado, recordó que tampoco había estado comiendo bien y pensó en su madre. Ella era quien cuidaba de que se alimentará cómo corresponde. Recordó los primeros días en que se mudó de casa, su madre aún iba a visitarlo cada día y llevaba exquisita comida que preparaba solo para él, pidiendo por favor que no le comentará a su padre, porque se pondría celoso. Kook sonrió con cierta nostalgia. No sabe cuándo empezó a ser así o eso se hacía creer, de pronto tan solo empezó a encerrarse y creer que los demás no valían la pena suficiente como para perder el tiempo con ellos.

Talvez Jungkook, cuando más necesitaba de alguien, jamás llegó.

Y fue allí cuando rompió en llanto, quizás no lo había notado antes, pero sus mejillas estaban lo suficientemente húmedas, al igual que el libro que sostenía en sus manos. Se sentía ahogado. Quería a sus padres de vuelta y esa felicidad inmensa que le daban. Necesitaba oír decir a su padre cuan orgulloso estaba de él, recibir las caricias de su madre cada que algo no le resultaba. Quería sentir ese consuelo, volver a sentirse amado y no ser ese monstruo amargado en quien se había convertido. ¿Cómo sucedió?

Jungkook se desocupó y se hizo un ovillo en su cama, estuvo llorando por horas en la misma posición. Quizás toda la noche, porque no lo había hecho desde que todo ocurrió, porque no se había permitido ser débil desde hace mucho y necesitaba soltar todo, solo por una vez.

 Quizás toda la noche, porque no lo había hecho desde que todo ocurrió, porque no se había permitido ser débil desde hace mucho y necesitaba soltar todo, solo por una vez

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