26.- Visita inesperada

7K 592 68
                                    

Riley

―En realidad, supongo que tengo que confesar que jamás he estado en Italia.

Paro de amasar para mirarla con la boca entreabierta, con cierto dramatismo y falsa indignación que le hace soltar una carcajada preciosa, alzando ligeramente la vista al techo. Me inclino para darle un mordisquito en el brazo, que hace que ría más. Luego sigo amasando.

―¿Y qué mierda ha sido eso de: «como italiana no puedo consentir comer una pizza congelada»?

―Tenía antojo de una casera ―se disculpa, con una sonrisa de lo más inocente y los ojos oscuros llenos de brillos felices―. Se cómo es la pizza italiana, tonto, que mi madre tiene un restaurante auténtico.

―Ya, no me creo nada. ―Chasqueo la lengua, mientras ella vuelve a reír―. ¿Tu madre ha estado en Italia, al menos?

―Un par de veces, una de niña y otra tras su boda. Mis abuelos maternos vinieron aquí antes de que ella naciera y apenas han vuelto. Allí no tenían nada, ni siquiera más familia. Mi familia por parte de padre sí sigue viviendo en Italia casi entera. Mi padre siempre hablaba de llevarme, pero no pudimos hacerlo. ―Veo cómo ese brillo se apaga un poco―. En realidad, él quería ir a todas partes. Tenía un mapa en el salón con chinchetas de los lugares que había visitado de joven. Y decía que iríamos a todos esos cuando yo fuera un poco mayor, pero murió cuando tenía seis años y no pudimos ver nada. Jamás he salido de aquí.

―Lo siento mucho ―le digo sincero, sujetando sus mejillas con las manos manchadas de harina y dándole un beso suave.

Me he ofrecido a hacer la comida cuando pensaba que iba a ser sacar la pizza del congelador y meterla en el horno, pero reconozco que me está gustando pasar este ratito con ella en la cocina.

―Aún te debo una luna de miel, quizá podamos ir a presentarle a la niña a tu familia paterna ―sugiero.

Hace una mueca. Alzo la ceja con curiosidad.

―Me encantaría ir a Italia, pero no tengo mucho contacto con mi familia paterna. Se portaron bastante mal con mi madre cuando mi padre murió. Ni siquiera los invitamos a la boda. Vienen de vez en cuando de visita, pero no sé, no puedo evitar pensar en los desplantes que le hacen a mi madre. Ni siquiera le hablan... ¿Por qué me miras así?

Agito la cabeza y me centro un poco en hacer la forma redonda con la base. Se ríe y me aparta con un golpecito para hacerla ella, porque la verdad es que parece cualquier cosa menos una pizza.

―Soy un marido de mierda, ¿no? ―le pregunto, mordisqueando su cuello―. Ni siquiera sabía cuándo había muerto tu padre, y hace más de diez meses desde la boda.

―La boda falsa ―me recuerda.

Y me parece una forma de poner distancia con lo que está pasando entre nosotros. Suspiro y voy a la despensa para sacar el tomate frito. No hablamos mientras ponemos los ingredientes. Le pone de todo, debe estar hambrienta de verdad. Luego lo metemos en el horno.

―Esta es la peor parte ―asegura, mirando la pizza con un puchero.

―¿No se te ocurre una forma de matar el tiempo? ―la provoco, pasando el dedo por su cuello y manchándola con un poco más de harina.

―Ninguna. ¿Me iluminas?

Se muerde el labio y me muero de envidia, así que hago lo propio. Me inclino sobre ella y atrapo su labio entre mis propios dientes. Gime y yo sujeto sus caderas para sentarla sobre la isla de la cocina. Deja ir un gritito cuando la levanto. Se ha puesto una camiseta negra que le cubre hasta la mitad del muslo y nada más. Lo cual es muy práctico, porque llevamos desde ayer montándonoslo a todas horas y así es más fácil acceder.

Si en diez años...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora