Epílogo

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Un año y medio después

―¿Por qué no me dejáis a la niña? ―les preguntó Harry, siguiéndolos por la casa mientras cogían las últimas cosas―. Si los bebés en los aviones son un coñazo.

―Para los demás, no para los padres ―bromeó Riley, haciéndole una pedorreta en el cuello a la niña al pasar.

Ellie se retorció entre los brazos de Harry, donde llevaba la última media hora, mientras sus padres cogían y dejaban bolsas y metían los últimos objetos en algunas de ellas.

―Harry, cariño ―le dijo Juls―, esta vez prueba con Friend, y si sigue vivo cuando volvamos, el año que viene nos planteamos dejarte algo más grande, ¿te parece?

Fens... ―musitó Ellie entre sus brazos, como si quisiera probar cómo sonaba el nombre del perro entre sus pequeños labios.

―Y más te vale que siga vivo ―le dijo Riley.

―¡Puedo cuidar de un perro!

―¿Y recoger sus cacas cuando lo saques? ―preguntó Juls, llegando hasta él para coger a la niña, pero Harry la abrazó contra sí con más fuerza, haciéndola partirse de risa.

―¿Hay que sacarle? ¿No sale solo?

―¡Harry!

―¡Ay, Julianna! Sé cuidar de un perro y de un bebé. No hace falta que os la llevéis.

Harry lanzó a Ellie hacia el techo y ella volvió a reírse con ganas, de esa forma tan musical que hacía que Harry sintiera ese hueco de su pecho lleno por unos instantes. Luego le hizo una pedorreta en la tripa y se la dio a su madre.

―Si sabes cuidar bebés, ten los tuyos propios, que Ellie necesita un primito con el que jugar ―le sugirió Julianna.

―Sacaré a pasear al chucho y buscaré una amante a la que dejar embarazada, voy tomando nota. ¡Vámonos, Friend! Aquí no nos quieren, amigo.

―A él sí le queremos ―le llevó la contraria Riley―. No seas tan quejica, solo serán dos semanas de nada, después estaremos aquí otra vez, quizá con otro bebé en el horno.

―¡Riley! ―le regañó Juls.

―Pero si lo estás deseando, cielo...

Harry se despidió de ellos, antes de ver en directo cómo empezaban a buscar a su siguiente bebé. Besó con ganas a Ellie en la mejilla y luego a Juls. De su amigo se despidió con un varonil abrazo y salió con Friend pisándole los talones, caminando casi a saltitos, como si estuviera encantado de pasar un par de semanas con él, mientras sus amigos se iban de una merecidísima luna de miel que no pudieron disfrutar la primera vez que se casaron.

Tragó saliva con dificultad cuando empujó la puerta de su casa y se encontró con las paredes frías y despejadas, blancas, sin vida. Su casa estaba justo enfrente de la de sus mejores amigos, pero no se parecía en nada. Donde todo era vida y felicidad en la casa de enfrente, allí eran espacios amplios, sin personalidad, sin nada.

Porque así era como Harry se sentía por dentro, con un gran hueco vacío, que nada podía llenar, ni alfombras, ni cuadros. A veces cuando había gente dentro, como su ahijada o sus amigos, ese hueco dejaba de doler y entristecerle, pero, al final, siempre volvía.

Friend entró con cautela, como si tampoco le gustase su casa. Harry se apoyó en la puerta tras cerrarla y sacó la chapa de su bolsillo. La acarició con el pulgar, una costumbre que había adquirido tiempo atrás, para recordarse por qué no bebía. No miró lo que tenía escrito, porque lo sabía bien, pero se le calmó esa sensación desagradable del pecho:

«500 días sobrio», decía la chapa.

Parecía un suspiro y, a la vez, toda una vida. No iba a quitarse mérito. Cada uno de esos malditos días había sido una batalla ganada. Lo malo es que la guerra no tenía un buen final posible a la vista. Lucharía hasta que perdiera y volviera a beber o hasta que muriera sin volverlo a hacer.

―Al menos estaremos juntos, Friend, no sé si te han dejado para que yo te cuide o, en realidad, te han dejado a ti para cuidarme a mí.

―Al menos estaremos juntos, Friend, no sé si te han dejado para que yo te cuide o, en realidad, te han dejado a ti para cuidarme a mí

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Este libro ha sido una aventura indescriptible. Cuando lo empecé a escribir ni siquiera tenía en proyecto la idea de ser madre yo misma (solo como una idea de un futuro lejano) y lo abandoné con solo un par de capítulos, porque no me atrapaba lo suficiente el planteamiento. Luego mi marido y yo decidimos tener un bebé y la idea de esta novela me volvió con una fuerza arrolladora, así que me puse a ello, corregí lo poco que llevaba, lo retomé y lo disfruté muchísimo. Y luego surgieron dos libros más, porque necesitaba dar su historia a Harry y Addy, y disfruté de cada palabra que plasme en cada una de las tres novelas.

Acababa de terminar de escribir el tercero cuando supe que mi bebé venía en camino. Fue una sensación increíble. Y que mi pequeña Lluvia naciera mientras publicaba esto (en cierto momento Juls y yo estuvimos embarazadas a la vez) lo ha hecho tan real y personal, que jamás ninguna historia podrá superarlo.

Así que creo que no podré agradeceros suficiente todo el apoyo que le habéis dado, porque habéis vivido conmigo ciertos momentos muy especiales, incluso sin saberlo. Ha sido la novela que más éxito ha tenido según la publicaba (éxito moderado, pero éxito jajaja). Algunas de mis historias tienen más visitas, sin embargo, las han adquirido después. Aquí me habéis acompañado, en cada paso, y ha sido increíble.

Gracias, gracias y mil gracias.

Espero que sigáis con las siguientes novelas de la saga. Harry se merece mucho amor y espero que le queráis tanto como yo. Os dejo la portada aquí debajo y ya la tenéis en mi perfil para que la añadáis a vuestras bibliotecas y no perderos nada cuando empiece a publicarla.

¡Nos leemos!

¡Nos leemos!

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Si en diez años...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora