33.- Las cláusulas

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Riley

Cuando enciendo el móvil ya ha amanecido. Anoche me pasé horas dando vueltas con el coche y, en algún momento, simplemente he vuelto a parar y he dormido aquí. En consecuencia me duele la espalda, pero la verdad es que no me importa lo más mínimo. El dolor en el pecho es mucho peor. Desgarrador y horrible.

Tengo un centenar de llamadas perdidas y mensajes. No miro nada. Ni siquiera sé dónde ir. No llevo las llaves de mi piso encima, sino hubiera vuelto allí. Y ni de coña voy a volver a... casa. La sola idea me arrebata el aire y me da náuseas. Me resigno a llamar a Harry, para que me consiga las llaves del piso. Tengo que darme una ducha y cambiarme de ropa para ir al trabajo.

Ni siquiera sé cómo voy a enfrentarme a mi padre, debió oír lo que ese cabrón dijo. Cierro el puño, aún tengo los nudillos llenos de sangre. No sé si es mía o suya. Los noto rígidos y doloridos, pero me gusta, es el dolor justo para sentirme bien. Así que cierro el puño y lo abro varias veces.

Y, en ello estoy, cuando mi móvil empieza a sonar. Es Harry, así que descuelgo.

―Santo Cielo, Riley, menos mal ―dice, y hay un alivio increíble en su voz―. Tienes que venir al hospital.

Arranco el coche sin pensarlo siquiera, porque reconozco la llamada de urgencia. Luego lo pienso.

―¿Por qué? ―pregunto, parando el motor de nuevo.

―Juls está de parto, vas a ser padre, así que coge tus huevos, sécate las lágrimas y ven aquí ya, porque yo no sé qué hacer.

―No es mía, Harry, ya oíste a Clark...

―¡No seas imbécil...! Espera. ―Hay algo de ruido y una voz femenina pronuncia mi nombre―. Sí, es él ―dice Harry, su voz amortiguada, como si hubiera tratado de tapar el micro del móvil.

Oigo movimiento al otro lado. Quiero alejar el teléfono, colgar y conducir muy lejos, pero me quedo parado, con el teléfono en la oreja, mirando la nada delante de mí. La nada que me rodea, que es la misma que se ha metido en mí y me está devorando el corazón mordisco a mordisco.

―Riley... ―La voz de Juls suena clara y nítida. No soy capaz de responder, solo me quedo ahí, escuchando―. Sé lo que te dijo Clark, pero es mentira... ―Para de hablar para jadear de dolor, por un segundo he creído que Harry me estaba tratando de hacer el lío para que fuese, pero me parece que de verdad está de parto. Después sigue hablando y noto el esfuerzo en su voz y las lágrimas―. Te elegí a ti y no a él u otro porque quería que fuera fácil, y al final no lo ha sido, porque me he enamorado de ti. Y nunca ha sido una farsa, no desde el principio, para mí, Riley. No hemos cumplido ninguna de las cláusulas, ni la más simple de no tener mascota... Me quedé sin dinero para la clínica, nuestra niña fue concebida en la fiesta de tus padres. Así que es tuya, y te necesito aquí, por favor, no puedo hacerlo sola. Te necesito. No me dejes sola. Siempre pensé que podría hacerlo todo, pero no puedo sin ti.

Rompe a llorar. Yo también estoy llorando. Porque no sé si me lo creo. Sé que Clark está celoso, pero todo lo que dijo tenía sentido. Y no puedo saber si la niña es suya, si Juls me está mintiendo solo para que siga haciéndome cargo de todo, de los gastos. Cuelgo el teléfono, vuelvo a apagarlo y lo tiro al asiento del copiloto.

Luego apoyo la frente en el volante y las lágrimas me ahogan. Esta mierda duele más de lo que nunca pensé. Jamás me he sentido así, tan desamparado, tan perdido...

Cuando me tranquilizo conduzco de vuelta a casa. Si están en el hospital, puedo pasar a por mis cosas.

*

Llego tarde a la oficina y no me importa. Me he duchado y puesto un traje y me siento casi una persona decente.

Mi padre me llama para que vaya en cuanto entro a mi despacho. Me echo el pelo hacia atrás con una mano y voy. Casi arrastro los pies por el camino, como un niño pillado en una travesura.

Si en diez años...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora