Ella

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Como de costumbre me despertó su helado tacto. Su empuje sutil para recordarme volver a la rutina, después de una amarga noche sin poder dormir ( yo, que daba muchas vueltas, y ella, que me dejaba frío).

Me levanté y me apresuré a arreglarme para salir del suplicio, bueno, para salir de casa. Por alguna razón sabía que no querría acompañarme, ella era...¿Cómo describirla? Un tanto antisocial. De seguro hubiese preferido que me quedase acostado en el sofá, acariciando su espalda y olvidando sus defectos. ¡Hoy no!

Cerré la puerta sin despedirme dejándola atrás, y preguntándome, que haría mientras yo estaba fuera. Tampoco es que me importase. Nuestra relación había comenzado siendo esporádica, pero de tanto vernos, ahora me veía envuelto en lo que no deseaba. A tal punto, que la había echo considerar lo nuestro algo serio. Y yo, que siempre he sido un poco tonto, con la incapacidad de alejarme; y con miedo de hacerlo.
En ese instante me sentía bien. Aunque mi oficina no fuese el mejor sitio para ser feliz, mi empleo no hiciera feliz a la gente, y mis negativas no me hicieran feliz a mi. ¿Pero qué quieren? Yo nunca pedí trabajar en un banco. Aunque las facturas y los cheques de muchos ceros que no me pertenecían, de cierta manera me entretuviesen.
Visité a mi padre, me invitó al bar de la esquina mientras sugería presentarme a alguien. Es " la chica perfecta para ti" dijo mientras guiñaba uno de sus ojos y bebía la cerveza que le tenía mojado el bigote. Mientras tanto se reía a carcajadas como si de una buena broma se tratase. Quizás creía que no existía en realidad tal persona,  pero para todos los casos perdidos debería existir un semejante con el justo nivel de desequilibrio, ¿no?
Rechacé la oferta recordando lo que había dejado en casa, aunque a ella no le debiese explicaciones, a mi si me las debía.
Parece que no tuve paciencia para dármelas.
Encendí el auto y me perdí en la carretera. Entre la mala música y las luces de neón. Ahora no solo tenía resaca de ella.

Dos de la mañana, miré el reloj roto en mi muñeca mientras me sentaba en el escalón de la entrada. Me arrepentí de mis actos, luego deshice al arrepentimiento al recordarlos.  La desición estaba tomada, ella se iba. Quería vivir y conocer, viajar y sentir... descubrir. Definitivamente no podría hacerlo mientras durmiéramos en la misma cama, mientras compartiera piso con la soledad.

Mil Veces Tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora